Aquella
mañana se estaba realizando una pasada de lista a l@s soldad@ thulenianos,
llevada a cabo por un sargento robot. Luego de la inspección, el robot dijo, en
resumidas cuentas, la siguiente orden de rutina.
Traducido del aleman
Traducido del aleman
-Atención
soldados y soldadas, antes de partir, es necesario recordar las instrucciones:
deben hacerse pasar por dioses ante los homo sapiens, realizar curaciones
médicas y hasta dar consejos si es necesario; son órdenes de su excelencia ¡¡Una
orden es una orden!!
Sin
embargo, un soldado preguntó lo siguiente.
-Sin
ánimos de ofender jer oficial pero ¿Para qué se supone que su excelencia
siempre está interesado en que nos hagamos pasar por dioses ante esos
inferiores homo sapiens? Es que somos omega sapiens, somos superiores en todos
los sentidos a esos primitivos; su excelencia nos modificó para que así fuera.
No hay nada que nos puedan ofrecer ni que tengamos que ganar con ello; nuestros
cuerpos son perfectos y aquí en la república tenemos tecnología hasta para
cambiar el clima y sobrevivir el cambio climático que esos cavernícolas se
encargaron de crear ¿Acaso no les estamos ofreciendo favores a quienes no lo
merecen?
Entonces
el robot, que a falta de rostro tenía una especie de pantalla semi grisácea que
hacía de cara, emitió una luz rojiza intensa intermitente a través de esta y,
con su tono de voz electrónica, dijo lo siguiente mientras levantaba su pistola
desintegradora para apuntarle.
Es
una orden y las órdenes de su excelencia no pueden ser cuestionadas ni
desestimadas, cabo Wurth.
-Es
usted un robot sargento ¿Acaso no se supone que no puede matar a un ser humano?
De
pronto, unos juegos de luces láser se proyectaron de la frente vidriosa del
robot, haciendo aparecer en el aire el robusto y bien parecido rostro del
doctor Sigfried Mengele. A través del holograma, Mengele gesticulo en los
labios lo siguiente.
-Es
verdad Wurth, el robot no puede matarte, pero si yo se lo ordeno sí; has
cometido una infracción muy grave. Debes recibir el castigo acorde con el
código militar sobre actos de insubordinación ¿Qué tienes que decir al
respecto?
-Su
excelencia, me acojo al artículo cuatro de la ley de libertad de expresión,
tod@s en Nueva Thule tenemos derecho a discrepar cuando no se está de acuerdo,
incluso si se trata de usted, su excelencia.
Por
un momento, los intensos ojos azules de Mengele se clavaron fijamente sobre
aquel persistente soldado, mientras sus otros compañer@s lo miraban con una
mezcla de admiración y miedo. Finalmente, el doctor Mengele respondió.
-Está
bien, ciudadano Wurth; ha hecho uso de los derechos que le concede la
constitución. Tendremos una breve charla en mi despacho privado.
El
robot le disparo un rayo teletransportador al soldado, que hizo que su cuerpo
se desmaterializara en partículas de luz hasta reducirse en la nada.
Wurth
reintegro su cuerpo en la cámara de teletransportación de la sala de telecomunicaciones
de Mengele, donde este lo esperaba cómodo en su silla de mando.
-Sea
bienvenido soldado Wurth, tome asiento.
Justo
detrás de Wurth, un extraño sillón de superficie concava y base cónica se
teletransporto detrás de él. Luego, una de las valquirias - cuerpo femenino de soldadas élite que son las guardaespaldas de Mengele, entre otras cosas -, les trajo dos tazas de té Earl Gray sobre unos platos, el sabor favorito de Mengele. Pocos segundos después, apareció tele transportado un pequeño taburete de madera estilo antiguo en medio de los dos, en donde podían colocar las tazas.
-Entiendo
que usted, como ciudadano tiene inquietudes sobre el por qué nos hacemos pasar
por dioses ante esos primitivos homos sapiens ¿Cierto?
-Es
verdad, su excelencia.
Antes
de que pudiera continuar, Mengele se le adelanto en tono amable.
-Sin
embargo, es la primera vez en cuarenta años que alguien del ejército quiere
contravenir una orden de esa magnitud; esas misiones especiales son uno de los
pilares inamovibles de nuestra institución.
-En
verdad no quiero contradecirlo su excelencia, pero necesito tener bien claro el
por qué estamos haciendo eso; no le hayo ningún sentido.
Mengele
lo miro fijamente a sus ojos, como si estuviera a punto de disparar un rayo
desintegrador con la mirada. Luego le respondió de manera fría.
-Eso
es un secreto de estado.
-Puedo
entender que son necesarios los secretos de estado, pero como soldado participe
de estas misiones quiero saber por qué estoy arriesgando mi vida en esto, si es
esto útil para nosotros y nuestra república, a sabiendas también que estamos
expuestos a ser atacados por ese caballo sólo por realizar…
-¿Una
tontería?
El
soldado trago saliva, casi tira la taza al suelo, pero procuro mantener la serenidad. Dejo la taza y el platito sobre el taburete.
-No
su excelencia, no es lo que quise decir, pero me parece que hay cosas más
importantes que brindar ayuda y asistencia a esos seres inferiores.
-Cabo
Wurth, debe quedarle claro dos cosas: como ciudadano de Nueva Thule usted tiene
derecho a hacer uso de la ley si tiene que defender sus derechos, pero como
soldado usted está básicamente obligado a obedecer órdenes y, en este caso
particular, estas asistencias a esos seres inferiores han sido una de mis
iniciativas primordiales.
-Nunca
fue mi intención incomodarlo, su excelencia, tan sólo buscaba una explicación
para darle sentido a estas misiones; opinar y cuestionar son derechos
establecidos por la constitución.
-La
constitución y el manual de guerra los escribí yo, aprobados por el parlamento
y luego en referéndum; son dos de los grandes pilares que mantienen el buen
funcionamiento de la república. Todo eso que redacte y escribí son producto de
mis juicios éticos y todos estuvieron de acuerdo; lo que más me preocupa ahora es
que dudes de mis facultades, aunque haga o decida cosas que están fuera de esos
textos sagrados.
-Su
excelencia, jamás puse en duda su capacidad. Sus buenos juicios han mantenido en
perfecta armonía el funcionamiento de nuestro país. Procurare de ahora en
adelante hacer uso de mi libertad de expresión de forma más sabia.
-Una
libertad de expresión que, en realidad, es inexistente; todas las casas
editoriales, canales de televisión y cadenas noticiosas son propiedad privada.
Son sus dueños lo que deciden cual es la línea editorial. La única razón que
les concedo ese aparente derecho es para dar un desahogo en medio de tanto
orden; si bien a ningún ciudadano y ciudadana de Nueva Thule les hace falta lo
básico y la pobreza es inexistente, la gente suele tener necesidades
existenciales tan complejas, que necesitan expresarlo. Sin embargo, no pueden
responsabilizar al gobierno de sus problemas, todo el mundo sabe que lo veo
todo y lo sé todo, hasta lo que hacen los grandes magnates en sus retretes; son
incapaces de criticarme porque, en el fondo, yo sé y ellos saben que ninguno de
nosotros es perfecto. Es así como aquí se ha mantenido el orden, la paz y la
armonía aquí. Como, por ejemplo, me entere de tu reciente divorcio; cuánto lo
siento.
Al
escuchar esto, los ojos de Wurth estuvieron a punto de salir de sus órbitas y
decir un improperio, pero se contuvo a tiempo; no quería empeorar su precaria
situación con el líder. Mengele noto eso de inmediato y dijo de forma
conciliadora.
-No
te preocupes por ello, nuestro sistema judicial te hará justicia a ti y a tu hijo e hijas; sé que en realidad no fue exactamente tu culpa, yo estaré al tanto de
todo.
-Estoy
agradecido por eso.
-Pero
hay verdades o mentiras que son tan peligrosas, que pueden desestabilizar
sociedades; el imbécil de Adolfo Hitler y su brillante ministro de prensa
Joseph Goebbels lo demostraron fehacientemente, engañando al pueblo alemán
haciéndoles creer que eran invencibles. Es en esos casos, en donde suelo usar
mi criterio para impedir que ese tipo de informaciones se divulguen. Por ejemplo,
no siempre permito que se publiquen noticias sobre los ataques de cierta bestia
con super poderes que causa uno que otro estrago entre nuestras fuerzas; mal
divulgado, haría que la gente aquí le tenga miedo.
-Esa
bestia estuvo a punto de matarme, pero, en lugar de eso, nos envio a una
ciénaga a mi y a mis compañeros y compañeras tras el ataque a nuestro convoy
patrulla; fuimos rápidamente tele transportados a nuestra base tras ser
localizados.
-¿Lo
vez? Es ese tipo de situaciones que te hacen dudar, hasta a ti mismo, de la
peligrosidad de ese fenómeno; si se publican todas las veces que la bestia
ataca a nuestras fuerzas y luego de sus espectaculares escapes antes de que
vengan los refuerzos, la gente comenzara a dudar de nuestra capacidad de respuesta. Si se
redactan notas sobre su extrema compasión al no matar a nadie, cualquier
ciudadano o ciudadana de a pie es hasta capaz de creer que el enemigo público
número uno de Nueva Thule no puede ser tan malo. Sin embargo, yo lo conozco muy
bien y el bienestar de nuestra república no es lo que busca; es allí donde algo
de censura es justa.
-Soy
consciente de ello.
Mengele
notó su tono de duda mal simulada duda y respondió lo siguiente de forma algo
delirante.
-Yo
diseñe la mayoría de los microprocesadores que hacen funcionar nuestros
artefactos tecnológicos; logré derrotar a los anunaki y, desde entonces, somos
los dueños absolutos del sistema solar y más allá; estoy dirigiendo la colonización de
Alfa Centauri, el planeta más cercano fuera del sistema solar y hasta cree en
laboratorios las modificaciones genéticas, basadas en el genoma humano, que nos
ha permitido tener estos cuerpos perfectos, con un alto poder de auto sanación
y a punto estamos de lograr la inmortalidad ¿Aun así dudas incluso de mis
deducciones?
-Lo
entiendo su excelencia, usted y su padre, Joseph Mengele, son los fundadores de
nuestra república; lo que usted decida siempre es en aras del mayor beneficio
para el país.
Apenas
menciono el nombre de su padre, Mengele pareció fruncir un poco el entrecejo en
su inexpresivo rostro, luego rápidamente recobro la serenidad. El soldado noto
ese rasgo por un instante; sabía que la relación entre Sigfried y su padre
rayaba entre la veneración y el odio; craso error haberlo mencionado, al menos
en ese instante.
-Usted
lo tiene bien claro cabo Matheus Wurth, pero ha puesto en duda mis intenciones
y mi liderazgo ¡¡Valquirias!!
Dos
mujeres altas y bellísimas, una asiática y una rubia aria se pusieron a ambos
lados de Wurth, agarrándolo fuertemente por los dos brazos y levantándolo con
suma facilidad de la silla. Aunque Wurth, como todo buen thuleniano, ni era un
enano ni mucho menos un flacuchento sin músculo, comparado con esas atléticas
mujeres poco le faltaba para parecer un hombre ordinario.
-Llévenlo
a mis laboratorios, él será el primer voluntario para mi experimento que busca
descubrir cuánto tiempo puede sobrevivir un fornido humano thuleniano tras ser
transplantado de un corazón normal al de una rata.
Mientras
Wurth pataleaba y forcejeaba inútilmente sin parar para no ser arrastrado a los
laboratorios, gritó con una expresión de pánico.
-¡¡No
puede hacerme esto su excelencia!! ¡¡Tan sólo fue una pregunta!!¡¡Si no quería
responderme, por qué no mando al robot que me desintegrara en el acto!!
-Jujujajajaja
¿Y qué pensarían de mí sus demás compañeros y compañeras? ¿Que yo fusilo ciudadanos de Nueva
Thule cada vez que reclaman sus derechos? Esto es una república o, al menos,
debe parecerlo; mantener las apariencias brinda una sensación de tranquilidad,
aunque sea sólo nominal. Si los ciudadanos de Nueva Thule tuvieran la opinión
de que viven en una pseudo dictadura ¿Podrían dormir por las noches con el
miedo a sufrir lo mismo que a usted? Por cierto, sigue gritando así y te operare sin anestesia.
Mientras
el soldado, entre improperios e insultos, era llevado a la cámara de tele
transportación para ser llevado a su destino final, el doctor Mengele se paró
en el centro de su puente de mando y le dio la siguiente orden a las valquirias
sentadas frente a sus respectivas consolas de control de la sala de telecomunicaciones.
-Atención
valquirias, quiero que proyecten un holograma mío por medio del sargento robot
para darle a las tropas el siguiente mensaje: soldados y soldadas de la
gloriosa república de Nueva Thule, debido a su persistente curiosidad, el cabo
Wurth se le ha encomendado una misión confidencial permanente, en la que,
finalmente, terminara comprendiendo la necesidad primordial de brindar
asistencia técnica a los supersticiosos y primitivos homo sapiens ¡¡Ahora, a
cumplir la misión encomendada, por el bien de la república!!
Tras
decir esto, el propio Mengele se dirigio a la cámara de teletransportación, que
lo envió directamene a sus aposentos privados. Allí, sin que nadie lo viera,
levantó su dedo índice con su anillo de oro macizo puesto, que proyecto desde su
superficie la imagen holográfica de Relámpago el caballo volando
majestuosamente con su capa blanca, extendida como unas alas delta. La
contempló algo extasiado.
-Oh
hijo mío, y pensar que hasta tú mismo eres fruto de mis experimentos; eres mi
más grande creación y de eso no me arrepiento.
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