sábado, 18 de marzo de 2023

Relámpago el caballo, 10ma prte

 

 Viene del capítulo anterior

 


Capítulo X

Batalla en el área 51 (Segunda parte)

Mientras tanto, dentro de la fragata Hegel, que ascendía hacia la estratosfera escoltada por una flotilla de pequeñas naves de combate en forma de platillos voladores, Ceferino y su cuerpo equino tenían sus cuatro patas sujetadas dentro de unas pesadas bases metálicas adheridas al piso metálico del cuarto ovalado, rodeado de todo un pelotón de omega sapiens, tanto hombres como mujeres, bien armados. Estaban sentados en una banca que bordeaba la pared circular del cuarto y estaba adherida a ella; todos ellos preparados para cualquier movimiento del animal, en espera de dispararle sus armas desintegradoras. Ceferino no podía defenderse, algún mecanismo de pararrayos le impedía usar sus poderes electromagnéticos para crear una barrera protectora, entre otras cosas. Una luz roja incómoda, adherida al centro del ovalado y redondo techo, le incomodaba la visión y emitía un calor que causaba ardor en su de por sí sudorosa piel.

Los omega sapiens tenían algún tipo de lentes que les protegían la visión, pero lo que nadie hubiera podido entender, al menos a simple vista, era cómo es que eran capaces de aguantar el calor de la luz roja con esos trajes azules de una sola pieza parecidos a los buzos, que les quedaban desde los pies hasta la cabeza, cubriéndola toda menos sus rostros.

            Lo que sí notó Ceferino es que la nave no había llegado a Urano, tampoco viajaba a velocidad luz y, tomando en cuenta eso, Urano estaba a dos horas, treina y un minutos y doce segundos de la tierra usando la velocidad de la luz; en cambio viajaron a cuatro minutos, veintiun minutos de la tierra; en otras palabras, ¡habían llegado a Marte! Era una situación que debía capitalizar. Súbitamente, sin querer, se enteró de la razón por medio de un diálogo en alemán entre sus custodios.

—¿Sabían que el capitán de esta fragata tuvo que llevarla a reparaciones?

—¿Y eso no lo supo jer Mengele? – pregunto un soldado

—Por suerte, el equipo está tan dañado que no hay forma de que nos pueda espiar. Si Mengele supiera de la verdad, convertiría al capitán en el siguiente conejillo de indias de su próximo experimento, que quizá podría ser el último que realice con él.

—¿Cómo es que no le llamas su excelencia,?  ¡qué falta de respeto es la tuya¡- gritó una chica - .

—¿Alguien ve a Mengele por aquí?, doctor Mengele, si está aquí discúlpeme por no llamarlo su excelencia-.

            Todos sus demás compañeros y compañeras se echaron a reír. Fue así como Ceferino se dio cuenta de que si lograba llamar la atención de ese burlón y presumido, podría conseguirse la mejor oportunidad para escapar.

—¿Entonces estamos en Marte para que le hagan reparaciones de a la nave?, ¿cómo es que su excelencia no se va a enterar?

—No linda, lo que pasa es que el oficial del puerto en que van a reparar esta cacharra es amigo de nuestro inepto capitán. Claro que tendrán que demorar más de lo esperado, ya que deberán hacerlo con herramientas algo más anticuadas y con la electricidad apagada para que no nos espíe su excelencia, a menos que tenga algún nanobot suyo que nos pueda delatar, ¡recemos a Thor para que eso no suceda! ¡Amén!

            Se escucharon las risas.

—¡Hey tú, jer super payaso!

            Ahora todo el mundo se echó a reír con lo que dijo el caballo, lo que indignó al hombre.

 —¿Como es que me llamaste, bestia asquerosa?

—Si no eres un super payaso, demuéstrame que eres un verdadero omega sapiens con los sentidos bien desarrollados por causa de los experimentos de tu jefe.

—¡No te tengo que demostrar nada, bodrio de caballeriza, fui cuatro veces campeón olímpico de Nueva Thule, mira!

—Les mostró sus cuatro medallas de oro, que Ceferino vio que eran genuinas

—¿De verdad me quieres impresionar con esos adornitos?, no haces más que ofender a la valentía de las gallinas con tu triste cobardía.

            Sus compañeros se volvieron a reír, lo que provocó que el hombre se acercara a dos metros y medio de la bestia para mirarla frente a frente.

—¡Qué esperas, dame tu mejor golpe, muéstrales a tus compañeros y compañeras que eres valiente!

Te voy a hacer puré, caballo parlanchín, vas a quedar pareciendo un burro desnutrido.

—¡No, no te acerques Kal!, - le advirtió una de las muchachas - tenemos estrictas órdenes de estar a esta distancia de este peligroso monstruo; esa cosa casi destruye nuestra República.

            Kal vaciló unos instantes, que le parecieron interminables, luego retrocedió unos pasos; había escuchado la advertencia.

— ¿Creíste que con tu tonto jueguito me ibas a engañar?, ¡ja!, se acabó, bestia pulgosa; vete a soñar con tus garrapatas.

            Dio la vuelta para regresar a su puesto, pero ya era demasiado tarde: Ceferino sacó algo de fuerzas de flaqueza para arrebatarle su arma desintegradora, haciéndola levitar en el aire con sus poderes electromagnéticos. La hizo girar alrededor del cuarto, encendida y apuntando a sus asustados custodios.

 


—¡Bajen sus armas y tírenlas hacia mí!

            Eso lo hicieron, luego apuntó al ahora petrificado Kal

—¿Lo ves Kal?, el que ríe de último, ríe mejor. Otra cosa, gracias por decirme bestia pulgosa y todos tus demás cumplidos.

            El caballo hizo que el arma flotante golpeara le disparara a Kal, quien se desintegro en el acto. Después disparó el phaser, para desintegrar la base que sujetaba una de las patas, lo que fue suficiente para dejarlo usar sus poderes en su totalidad.

             A continuación, Ceferino generó descargas eléctricas que mataron a todo el pelotón que lo custodiaba, tan rápido que apenas gritaron de dolor.

            Después de eso, apuntó el arma hacia el techo, lo que abrió un agujero de considerable tamaño desde el cual salían chispas y restos de cables eléctricos cuyas prolongaciones se habían roto, dejando visible los alambres y sus cubiertas deshechas; luego sonó la alerta roja.

—Ahora me toca a mí.

            Dirigió sus descargas electromagnéticas hacia el agujero, tomando el control de todo el sistema operativo de la nave, preocupando a su tripulación.

—Capitán, detecto un hackeo en la computadora de la nave, además constantemente en el monitor se repite la imagen de un relámpago tonante sobre un fondo negro.

— ¡Tenía que ocurrir justo en este momento, cuando hay una alerta roja!

            Ceferino convirtió a la nave en un gigantesco electroimán, impidiendo que el resto de la flota de naves de combate se separara de la fragata, sin poder seguir moviéndose

— Capitán Rampola, no podemos movernos; pareciera que toda la flotilla estuviera unida por algún tipo de fuerza.

—¡Atención a toda la tripulación, hay que aniquilar a…! ¡¡Aaaaaaaaa!!

            Ceferino había electrocutado a toda la tripulación, incluso a los de las naves de combate. Ahora, él tenía el control absoluto tras tomar el mando de los sistemas de navegación, luego de conectarse con su internet por medio de sus poderes electromagnéticos.

—Destino, Planeta tierra, área 51.

             Casi más de cuatro minutos después, en el cuartel general del área 51, habían detectado el regreso de la fragata Hegel y la flotilla de naves de combate que ya entraban en la atmósfera. Mengele, quien ahora utilizaba el cuerpo de Patton, miraba por el gigantesco monitor.

—Qué extraño, no se supone que esa flota deba regresar acá.

—Tal vez la fragata no está en perfectas condiciones – dijo Hagen

—Si así fuera, la nave sólo debía desviar su trayectoria hacia los astilleros de Marte y ya me hubiera enterado de esto, espera un momento - se lleva la mano al mentón-, ya sé que sucede, ¡activen los niveles de seguridad al máximo, la bestia se ha apoderado de la flotilla!

            Ceferino se dio cuenta, desde el cuarto ovalado en que estaba, que el área 51 había aumentado el nivel de sus campos de fuerza al máximo, sintiéndolo por medio de los sensores de la nave.

—¡Ese nazi loco sabe que voy para allá!, le voy a dar lo que quiere.

—Apunten las armas antiaéreas hacia la flotilla, ¡abran fuego! – ordeno Mengele.

            Todo tipo de rayos, torpedos, descargas eléctricas y hasta minas de fotón disparadas desde cualquier parte del estado de Nevada fueron a dar a la flotilla, que no causó mayores efectos debido a que Ceferino la había protegido una poderosa barrera electromagnética, sumando su poder a las fuentes de energía de la nave.

—Todavía la flota sigue intacta, su excelencia – anunció uno de los controladores-.

            Sigfried Mengele lleva su anillo cerca de la boca y da una orden

—Aquí su excelencia, Sigfried Mengele, les ordeno a todos los pilotos y artilleros atacar a la flotilla de naves de combate y la fragata Hegel que se acercan acá.

            Ceferino había interceptado la señal cuántica de Mengele con ayuda de los dispositivos de la nave.

 —¿A eso queres jugar, gusano infeliz?, veamos cómo te va si voy a la velocidad de la luz

            Aunque la fragata voladora estaba dañada, Ceferino utilizó sus ondas electromagnéticas para reemplazar el paso de la energía por las conexiones defectuosas, restableciendo el contacto entre la computadora central y el resto de los dispositivos de la nave. Igualmente usó las mismas para activar la velocidad luz de las naves de combate que escoltaban al Hegel, de la que no estaban muy separadas por el electromagnetismo que generaba la fragata que a su vez se originaba en el cuerpo de Ceferino.

            El joven sabía de antemano que tratar de penetrar en cualquier lugar de la subterránea área 51 sería demasiado infructuoso, por eso decidió estrellarse contra el hangar, que era la parte más vulnerable.

—Denle alcance antes de que active la velocidad de la luz – ordeno Mengele.

—¡Computadoras, activen la velocidad de la luz! – dijo Relámpago-.

            Ocurrió lo que tanto Mengele temía: las naves de la flotilla, a través de sus ondas electromagnéticas, activaron al unísono la velocidad de la luz con rumbo al hangar del área 51.

—Estamos perdidos

—No lo creo Hagen; todavía hay mucha batalla por pelear.

            El propio Mengele pensó, tras deducir lo que iba a hacer el caballo luego de penetrar la atmosfera terrestre, en activar la nano bomba nuclear para destruir toda el área 51, lo que incluía el riesgo no solo de matar a los militares estadounidenses dentro de ella, sino también a sus propias fuerzas de ocupación que el lideraba, incluso a Hagen, mientras él mismo escapaba a Nueva Thule. Lo que había detenido su decisión fue, primero, pensó que las armas antiaéreas y naves de combate del área 51 combinadas con las recién instaladas fuerzas de Nueva Thule serían suficientes para derribarlo; subestimo nuevamente los poderes de la criatura. Segundo, tendría que activar, en ese mismo instante, el comando con su voz antes de que el caballo decidiera usar la velocidad de la luz para estrellarse contra su posición – el sonido va a 343.2 metros por segundo contra 300000000 metros por segundo de la luz -, siendo esta, en teoría, una carrera imposible de ganar.

            Una gigantesca pulsión electromagnética se escuchó a miles de kilómetros a la redonda y la luz de la explosión opacó todo el medio día. Restos de máquinas y seres vivos se podían divisar esparcidos por el aire y una lluvia de cenizas cayó por todo el desierto. En el área 51 se activó la alerta roja.

—Nivel de energía a veinticinco por ciento – anuncio la computadora de Nueva Thule-.

—¿Una sola explosión causó eso su excelencia? – pregunto Hagen -.

 —Querrás decir una sola inmensa explosión- respondió Mengele -.

            Como consecuencia de la explosión, las barreras de energía del hangar habían cedido, junto con una buena parte de las tropas y hombres de negro, sin contar las pérdidas materiales. En medio de aquella confusa situación, las fuerzas del área 51, ahora manipuladas remotamente por los omega sapiens de Nueva Thule, luchaban infructuosamente con un enemigo poderoso y difícil de encontrar, que aprovechaba esta circunstancia favorable para electrocutar a más de uno.

 —Deténganlo antes de que llegue al área subterránea – ordeno Sigfried

            La orden vino demasiado tarde, ya que Ceferino había logrado penetrar los accesos que llevaban al túnel del tren bala valiéndose de su red ferroviaria, para manipular y distribuir mejor sus ondas electromagnéticas por todo el área 51, procurando dejar en inconsciencia a todos a la vez que sacaba de su camino los vagones con su electromagnetismo; todo eso mientras él se movilizaba subterráneamente por debajo de la totalidad del estado de Nevada a la velocidad de la luz buscando a Sigfried Mengele, deslizándose por los rieles con sus patas como si también fuera un tren bala. También las uso para conectarse con la red eléctrica del lugar, detectando de ese modo los numerosos dispositivos que su enemigo había instalado, incluyendo la nanobomba nuclear que podría cegar millones de vidas; logró desactivarla  por completo.

—¡Te llegó la hora, torturólogo con cara de niño bonito: a ver si te atreves a dar la cara! Vacha, con estos rieles de maglev puedo controlar mis poderes a mi antojo.

            Los rieles del tren bala del área 51 le sirvieron a Ceferino como una conexión eléctrica gigante, siendo otra de sus ventajas que condujo una pulsión electromagnética controlada, que le quitó la corriente eléctrica a toda el área 51, dándose un apagón. Lo único que dejo en funcionamiento fueron los sistemas de emergencia, para que el personal del área 51, cuya mayoría estaba volviendo a tener conciencia a medida que el caballo desactivaba los chips con que los controlaban, los pudieran usar.

—Su excelencia, ha ocurrido un apagón, ¡creo que -se escucha un leve corrientazo eléctrico- aaaagh!  – fue lo último que dijo Hagen -.

            Al mismo tiempo que Hagen quedaba inconsciente, se escucharon otros leves quejidos de dolor de otras personas y luego de esto, un silencio sepulcral.

- ¿Hagen, Hildegard, Marina, Basil, Aku?, ¿con que ese es tu juego, bestia malagradecida, dejar en la inconsciencia a mi ejército?, pues yo también te tengo unas cuantas sorpresas preparadas.

-¿Dónde estás, cobarde, quien te va a proteger ahora que no te queda nadie? – le arengaba Ceferino-.

            Justo cuando terminó de decir esto, es atropellado brutalmente por algo que parece una esfera de energía, causando que el poderoso caballo choque con varias paredes de hormigón, destruyendo uno tras otro aposento sin identificar.

 Cuando regresa levitando al área en donde lo habían chocado, no da crédito a lo que sus ojos están viendo: un individuo, envuelto en una esfera de energía de color ultravioleta, en posición erguida dentro de lo que parecía ser una especie de plataforma antigravedad que dejaba al descubierto la mayoría de su cuerpo, vestido con algo parecido a un traje espacial ligero y con un armazón de circuitos que ocultaban parte de su cabeza hasta la nuca, pero dejando al descubierto su cráneo sin pelo. Tenía el rostro de Patton, pero escuchó la voz de Mengele.

—Ja, ¿no que estabas ansioso por volver a verme?, no me gusta dejar esperando a nadie.

— ¿Qué le has hecho al cuerpo de Patton?

—Solamente se lo tomé prestado, de hecho, es mucho más cómodo de lo que me imaginé.

—Déjalo en paz o te acabaré.

—Tendrás que escoger la segunda opción, la otra está descartada.

 


—Bueno, tú lo pediste.

            Ceferino embistió con toda la furia que le permitió la velocidad de la luz, lo que no fue suficiente, ya que rebotó como si fuera una pelota de baloncesto y aunque esta vez no salió derribando paredes de un cuarto a otro, la fricción causada por su caída horizontal había formado una profunda zanja en el piso de concreto.

            Unas milésimas de segundos después, genero descargas electromagnéticas hacia la burbuja de Mengele sin hacerle daño alguno.

—¿Qué te parece eso, animal?, esta burbuja de energía la forme utilizando la electricidad de doce estados de este país.

—No escatimas esfuerzo en jugar sucio, incluso con personas inocentes.

—¿Crees que a mí me importe lo que piensen esos homo sapiens?, si a ti tanto te importan, los acompañaras en su proceso de extinción, ¡toma esto!

            La esfera genero enormes descargas electromagnéticas, que Mengele dirigió al cuerpo de Ceferino.

 —¡¡Aaaaaaaaaa!!!

 —¿Lo ves?, no eres el único que puede hacer esas cosas, ahora quítate de mi camino.

            Y Mengele embistió con todo a un todavía aturdido Ceferino, que otra vez derrumbó todo lo que había a su paso mientras continuaba en su trayectoria errática hasta penetrar en un colosal complejo de entrenamiento. Allí había máquinas de ejercicio, pesas y hasta canchas deportivas. El siguiente que entró por la abertura que formó Ceferino al chocar contra la pared fue Mengele en su burbuja de energía. Acto seguido, Mengele levitó con su electromagnetismo algunas pesas y máquinas, que lanzó hacia Ceferino, quien justo a tiempo se protegió con su barrera electromagnética.

—Me decepcionas caballo, no me demuestras si valió la pena que te creara.

—Yo no te pedí que me hicieras un caballo, grandísimo demente.

—¿Demente yo?, mis fines son altruistas; busco ayudar a la humanidad con mis descubrimientos científicos. Tú, en cambio, no eres más que un residuo de un proyecto fallido.

            De la burbuja de Mengele emanó una luz ultravioleta que abarcó todo el recinto desintegrando todo lo que había a su paso menos a Ceferino, quien estaba protegido por su barrera electromagnética. Quedaron cenizas y metal derretido en el suelo, lo que le hizo pensar a Ceferino en el alcance del poder de su rival. Se le ocurrió un plan, así que debía actuar rápidamente.

—¿Quieres pelea?, te la daré, tú y yo, choque de titanes; tú en tu burbuja y yo con mi cuerpo – dijo Ceferino, mientras frotaba una de sus patas contra el suelo al estilo de un toro -.

—Suena interesante, acepto el reto; todavía piensas que puedes vencerme, pequeño pony. Me decepcionas Ceferino, siempre pensé que eras muy maduro para tu edad, pero veo que todavía eres un adolescente en el cuerpo de un caballo adulto-.

—¡Deja de molestarme con tu psicología barata, Jupiter Stein, Sigfried Mengele o quien quiera que seas en realidad!, ¡tú ya no eres nada mío, ni el director de mi escuela ni mi segundo padre!

—Vamos, pues, te hare comer suelo, querido hijo-.

            Ambos arrancaron a toda la velocidad que podían, Ceferino, a la velocidad de la luz, Sigfried muy cercana a ella, logrando un impacto devastador. Justo en el momento en que estaba a punto de impactar con la burbuja en que estaba Mengele, Ceferio giró de costado para golpearlo con el resto de su cuerpo. Se desencadeno una gran explosión termo electromagnética, cuya onda expansiva fue contenida por toda la tierra que logró arrancar del suelo y cuyos ecos se escucharon hasta la lejana Rusia.

            Fue tal la devastación, que dejó en el desierto un cráter del tamaño de la ciudad de Santiago de Chile; una considerable cantidad de infraestructura subterránea dañada, sin contar las bajas colaterales entre el personal del área 51. Los intensos rayos del sol del cielo de Nevada llenaron con su luz aquella hueca superficie, como si quisiera iluminar aquel improvisado coliseo de gladiadores titánicos. Sigfried Mengele seguía levitando en su burbuja de energía, mientras Ceferino se levantaba del suelo con signos evidentes de fatiga. Mengele puso una delirante sonrisa

—¿Eso es todo lo que tienes?, apenas me causó un leve dolor; ríndete, no podrás vencerme.

            Un jadeante Ceferino le respondió

  —No pensé que este truco iba a causar tanto daño colateral aunque, tomando en consideración el poder combinado de ambos, no me sorprende. Por cierto, Sigfried, no necesito vencerte para ganar esta batalla.

            Sigfried esboza una sonrisa maquiavélica.

—Hijo mío, todavía estoy aquí.

—Lo sé, lo que quiero decir es que antes de realizar mi embestida, calcule cuanta de tu carga eléctrica y la mía sería necesaria para crear el voltaje adecuado que permitiría que la energía generada se distribuyera dentro de tu burbuja electromagnética. Además de eso, debo agregar que pensé en la cantidad máxima de fuerza en joules que debía usar en mi golpe final con el resto de mi cuerpo para debilitar tu resistencia, concluyendo que aunque nada de lo que hiciera podría afectar seriamente el cuerpo del general Patton que tú usurpaste, pues tu burbuja era tan fuerte que hubiera tenido que ir más allá de la velocidad de la luz para lograr hacerte algún daño, al menos el voltaje generado causaría que el chip que le pusiste en su oído tuviera un cortocircuito.

-Eso quiere decir, oh no…

-Oh sí…. No tuve que noquearte, ex papá, sólo tuve que golpear con la suficiente fuerza para despertar a Patton de su trance.

            El chip quemado se desprendió del oído de Patton y, justo en ese instante, la esfera de energía ultravioleta que lo envolvía se debilitó, haciendo que su poder se esparciera por el ambiente hasta que finalmente se desvaneció. Un confundido Patton recupero la conciencia, con su cuerpo erguido aún montado en la plataforma antigravedad.

            Al mismo tiempo en Friendship, Nueva Thule, el doctor Mengele, que se encontraba debajo de una luz paralizante con su traje cibernético, se quitó el casco virtual que tenía en su cabeza; había perdido el contacto con el cuerpo de Patton. Se veía serio, sin mostrar signos de enojo, luego se le acercó Hagen para hablarle mientras caminaba.

—Su excelencia, ¿qué fue lo que pasó?

—No te hagas el melodramático, jer Hagen, sabes que ocurrió lo de siempre, un pequeño contratiempo más por parte de mi bestia, nada más. Vamos a trabajar, puedo perder una batalla, pero no el tiempo – dijo de forma inexpresiva-.

—¿De casualidad esa frase no la dijo Napoleón Bonaparte?

            Y Mengele lo observo con su rostro todavía inexpresivo, pero con una mirada fulminante que parecía atravesar sus ojos como un láser.

  —Sí, pero la única diferencia entre él y yo es que mientras él trató de conquistar el mundo, yo ya lo domino a mi modo; somos la civilización más avanzada del sistema solar, hemos triunfado donde nuestros ancestros fascistas y nazis han fracasado, todo gracias a los esfuerzos de mi padre Joseph y los míos. La única piedra en el zapato nuestro es ese híbrido niño/caballo que cada rato desbarata nuestros planes para lograr nuestro objetivo final: el surgimiento del superhombre. Por eso debemos seguir trabajando duro para deshacernos de él. Por cierto, Hagen, tienes mucho trabajo por realizar; ahora ponte a hacer todo lo que te encomendé, que yo también tengo mucho que pensar y en que trabajar.

—Sí, su excelencia – tras decir eso, al retirarse Mengele, Hagen prorrumpe en risas de manera silenciosa.

            Mientras que, en Nevada, un desconcertado Jason Patton, estaba tratando de poner en orden sus ideas.

—¿Qué ocurrió?, ¿dónde estoy? - se miró así mismo -, ¿por qué tengo puesto este traje tipo Robocop montado en esta plataforma antigravedad? Y tú, engendro, ¿qué haces aquí?

—Acerque su dedo a mi frente

—¿De qué forma me vas a convencer que confíe en ti?

—Usted sabe bien que yo no fui quien comenzó este desastre. Por favor, deme el beneficio de la duda, al menos por esta vez.

—Está bien, pero sólo por esta vez

            El general se movió en su plataforma antigravedad hacia Ceferino. Al acercar su dedo índice a la frente equina de él, de ella emano una pequeña descarga eléctrica que transmitió por el sistema nervioso de Patton los recuerdos de Ceferino. En ellos estaban plasmados todo lo que aconteció.

—¡Un momento, ahora lo recuerdo todo!

            Pronto llegaron tropas humanas junto a inmensos hombres de negro, que aturdieron a Ceferino con una migraña tan brutal que cayó dando violentas sacudidas en el suelo lleno de escombros del cráter:

—¡Alto!, este caballo y yo estamos en una tregua.

            Y Ceferino se levantó del suelo nuevamente, con algo de dificultad, sobre sus cuatro patas.

—Gracias, general.

—Esto no ha terminado, aún tenemos mucho que hablar, ¿do you understand?

            Días después, se iniciaron las obras para la reconstrucción del área 51, en las que Ceferino participó activamente. En uno de esos, Patton y Ceferino quedaron hablando en las afueras del hangar mientras contemplaban las obras.

—Gracias por ayudarnos, nunca creí que terminaríamos tan rápido sin ti – dijo Patton -.

—No tiene que agradecer nada, general, yo de algún modo comparto responsabilidad de los daños junto con quienes los atacaron. A propósito, ¿cómo está la delegación japonesa y el general  Kazai?

—Los demás oficiales japoneses se quedaron todo el tiempo a salvo en uno de los bunkers hospitalarios, el único que se salvó milagrosamente de toda la devastación que ustedes causaron. Están recuperando la conciencia lentamente, salvo el general Kazai, que quedó inconsciente luego de tu ataque de respuesta.

—La verdad no quería causar tantos problemas.

—Eso y más me llevan a hacerte la siguiente pregunta, ¿de dónde eres tú?

            Ceferino casi vacila para dar una respuesta, pero rápidamente se recuperó. Hablo con la fluidez de quien tiene gran seguridad de sí mismo con la siguiente mentira, ya que no estaba interesado en que Patton y los gringos supieran la dolorosa verdad de su origen, pues no consideraba que fuera de su incumbencia.

—Soy patrullero de la policía intergaláctica, sector diez mil quinientos, sistema solar.

—Y yo que pensaba que eso nada más existía en comics.

—Usted mismo vio que lo ocurrido aquí fue demasiado real, tanto como su área 51

—Claro que sí, más aún, tomando en cuenta que esos hijos de Hitler venidos de Nueva Thule, son quienes en realidad están detrás de todos los avistamientos extraterrestres o casi.

—No en casi, en todos

—Les voy a patear el trasero, no me importa que tan poderosos sean.

-No dudo de su capacidad, sin embargo, quizá necesite en algún futuro cercano asistencia por parte de la policía intergaláctica.

—Espero que no te ofendas por lo que voy a decir, tal vez yo no tenga la razón, pero esta es mi opinión acorde con mi propia experiencia: el único extraterrestre bueno es el extraterrestre muerto.       

            Al escuchar tal prepotencia, Ceferino sintió que estaba a punto de estallar, como aquella vez que escapó del bunker de Friendship en que Mengele lo había encerrado para exhibirlo como espécimen de circo a su gente, luego de haberlo transmutado en caballo. Era obvio que en realidad no era un extraterrestre, pero si lo fuera se ofendería igual.

— ¡¿Así agradeces todo lo que hice por ti y tus tropas?! Por eso nadie confía en el imperio yanqui; para ustedes los demás son aliens.

 —¡El área 51 es la primera línea de defensa de la tierra ante cualquier invasión; la única que puede garantizar la supervivencia de la especie humana ante el poderío alienígena!! Quien mejor para proteger a un humano que otro de su misma especie.

—Desde ahora los considero tan enemigos como las fuerzas de Nueva Thule. Métase esta idea en la cabeza: ustedes no son los únicos americanos de este continente.

            Ceferino nuevamente se fue en forma de relámpago, emitiendo una intensa luz blanca seguida de un sonoro trueno a sólo treinta y dos segundos de Patton.

—¿Por qué siempre hace eso?

            A Patton se le acerca una hermosa y esbelta joven, con uniforme militar y una tablet en sus manos.

—¿Es esa forma de tratar a un emisario extranjero o alienígena?

—Sí, a mí no me importa lo que piensen esos burócratas en Washington; ellos que se encarguen de discutir tonterías en el senado mientras participan en juegos de té. Yo seguiré protegiendo al planeta de la lacra espacial ¿Cómo sigue Kevin Lazzard?

—Señor, el coronel Lazzard sigue inconsciente, pero recuperándose rápidamente

—Informe de daños

—Tengo contabilizados mil bajas a causa de los combates: quinientos muertos, cuatrocientos hombres de negro incluidos, cien heridos; probablemente también hubo extraterrestres muertos, ninguno quedo prisionero y los pocos que teníamos se escaparon. Señor, al parecer ellos se llevaron hasta sus cadáveres.

—Esos hijos de perra son muy buenos, continúa.

—Daños materiales por treinta mil millones de dólares.

            Al escuchar esto, Patton se llevó las manos a su cintura, agachando la cabeza y luego la meneo.

—Será muy difícil que el congreso me apruebe semejante presupuesto.

—El gobierno federal también va a querer saber lo del apagón en doce estados de la unión, de los avistamientos de ovnis y la explosión gigante.

—¡Pamplinas!, dile a ellos que tuvimos que enfrentarnos a una invasión extraterrestre y ganamos.

—General, ¿por qué no les dice la verdad?

—Esos hijos de perra me patearon el trasero; yo les voy a devolver el favor. Por eso, no quiero que nadie intervenga en esta pelea, mucho menos esos burócratas que me abandonaron cuando casi muero en Fallujah, Irak. Mónica, espero que hayas terminado tu dictamen.

—¡Sí señor! - hace el saludo militar estadounidense -, otra cosa, ¿qué quiso decir ese animal que no somos los únicos americanos en este continente?

—Simplemente que nos detesta.

            Luego de decir esto, Patton se retiró. No había más que discutir

            Del otro lado del continente, en Frienship, Nueva Thule, Mengele y Hagen estaban dialogando mientras caminaban por los pasillos de un gran complejo de laboratorios, sin poner atención a la gente que pasaba alrededor.

—¿Cuántos de los nuestros murieron en la batalla, según los últimos cálculos?

—Se han contabilizado trescientos muertos, señor.

—¿Heridos?

—Treinta y tres.

—¿Y en qué estado se encuentran nuestros compatriotas rescatados?

—Están estables, señor.

—Esta incursión al área 51 causó muchos estragos a nuestras tropas, no debe volver a repetirse; lo que no quiero creer es que todo fue pérdida, ¿ya tienen los archivos que logramos robar?

—Sí, hemos conseguido alguno que otro archivo virtual del área 51. Cuando los descifremos, conoceremos algunos de sus nuevos proyectos y lo más importante: ahora sabemos que el área 51 ocupa un espacio geográfico mucho mayor bajo tierra.

—Eso está muy bien, veremos que hacer luego con lo que sabemos. A propósito, ¿ya están listos los niños para la transmutación?

—Los huérfanos de los soldados y soldadas muertos se encuentran ahora en la cámara, señor.

            Mengele pone una cara de delirio

—No puedo esperar a ver esto.

            Llegaron a un laboratorio en donde estaban encerrados dentro de cilindros de vidrio reforzado, algunos con respiradores y sumergidos en líquidos, todo tipo de extrañas criaturas. Al fondo de aquel tétrico lugar, había una gran cámara que arriba estaba iluminada por luces paralizantes en forma de mosaicos cuadrados como un cielo raso, mientras que en las tres paredes de aquel recinto se podían apreciar unos espacios huecos de diámetro pequeño, que estaban separados muy ordenadamente. El recinto parecía un escenario que desde afuera podían verse un grupo de niños y niñas omega sapiens, en edades comprendidas entre diez y quince años.

—¡Que comience la transmutación!

            Una pared de energía medio anaranjada apareció en el único espacio abierto de la rectangular cámara desde la cual se podían apreciar, aunque de forma algo difusa, como unos rayos con trayectoria de reflector salían de los agujeros que estaban geométricamente bien ordenados, para dar alcance a los infantes; estos comenzaron a crecer aceleradament, hasta llegar a tener el cuerpo de adultos. Luego de que el proceso terminó, desapareció la pared de energía y los rayos habían dejado de salir de los agujeros, para mostrar a unos omega sapiens adultos jóvenes en condiciones óptimas.

—Allí los tiene señor, el reemplazo de los trescientos soldados muertos.

            Sigfried Mengele procedió a golpearlos con un pequeño garrote que tenía en la mano, con impactos que hubieran matado a un ser humano común. Después de eso, cada uno se incorporaba rápidamente, con los rostros recién desfigurados reconstruyéndose en cuestión de pocos segundos. Al verlos, Sigfried pronuncio la siguiente expresión.

—¡Están perfectos! – dijo mostrando una macabra pero delirante sonrisa.

            De forma simultánea, en algún bosque frondoso de la Patagonia, Kahena, la hermana de Ceferino, despierta en medio del herbazal. Estaba tapada con el manto mapuche que ella misma se hizo, su cabeza recostada en los costados de su yegua. Ella se estiró dando un bostezo, al compás de los primeros rayos de sol.

            Lo primero que hizo fue tomar su cerbatana y disparar dardos envenenados a unas aves que estaban en las ramas de unos árboles; eran su desayuno.

—Mariposa - acerca su rostro al de la yegua- , ¡al fin ha despuntado el día!, espérame un ratito, voy a buscar leña.

            Ella se va con un pequeño, pero muy filoso cuchillo, dejando a la yegua en el mismo lugar.

—Pobres arbolitos, espero no lastimarlos demasiado.

            Rato después, justo cuando regresaba, vio a su yegua en posición defensiva frente a un puma que la estaba amenazando; tenía que actuar deprisa. Así que tomo firmemente de la mano uno de los leños que tenía, aprovechando la distracción del felino con la yegua y tirárselo a la cabeza; aquel golpe lo dejo inconsciente. Kahena se acercó al noqueado animal, le puso la mano en el cuerpo y le susurró al oído.

-No es que quería lastimarte, pero vos fuiste muy malo con mi Mariposa, sin embargo quédate tranquilo, gatito, no estás muerto. Vámonos Mariposa, dejemos al gatito dormir en paz.

            Horas después, la yegua estaba molestando a Kahena mientras hacía sus necesidades en unos arbustos.

—¿Es que aún no entendes que estoy ocupada?, ¡¡no, no, no me lamas ahora, no es el momento, espera que estoy terminando!! - se eleva del arbusto-. Chaa está.

            Kahena miró hacia el horizonte poniendo especial atención al sur, donde se comenzaban a divisar a la distancia sus áridas tierras.

—Vámonos Mariposa, espero mejorar mi suerte cuando pase por los últimos poblados antes de ir más al sur. Oh querido Ceferino, espero poder encontrarte.

Continuará... 

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