lunes, 1 de mayo de 2023

Relámpago el caballo, 11va parte

 

El reencuentro

            Kahena y su yegua Mariposa se adentraron al cada vez más desértico sur patagónico, de clima semiárido y pequeños poblados surrealistas, en donde las grandes multinacionales habían impuesto su definición de progreso. Ella seguía adelante, pese a sus carencias de subsistencia, pero con la llama de la esperanza en el corazón, esa que nunca se apagaba y que mantenía caliente su determinación de encontrar a su hermano.

            Cierto día, llegó a un poblado que era la cantera de mano de obra de una multinacional dedicada al agro; allí entró, sin mucha pena, a la taberna del pueblo mostrando una foto de Ceferino en la mano.

—Vos disculpadme si interrumpo algo, sólo busco saber, ¿alguien ha visto al chaval de la foto?

            Las miradas de aquellos hombres se mezclaban entre la sorpresa y la lujuria, lo que la niña notó casi de inmediato, por lo que les cortó rápidamente de la siguiente forma.

—Bien, muchas gracias, ahora sé que no está por aquí.

            De manera fría y segura dio la media vuelta, caminando con paso firme sin vacilar, mostrando temple en su tierno rostro. Cuando estaba afuera, un hombre, mapuche como ella, salió y le preguntó lo siguiente.

—¡Nena!, ¿No entendes lo peligroso que es un lugar como este para una niña como vos?

-Sí lo sé, lo que pasa es que cha no tengo nada que perder – solloza - no sé donde está.

            El extraño le enjugó las lágrimas con la tela de su poncho, luego dijo lo siguiente.

—No llore mi niña, ¿no crees que tal vez esté muerto?

            Kahena, algo indignada, pero de modo amable, le respondió la siguiente respuesta.

—¡¡Eso dicen todos, pero mi corazón me dice que él está vivo y por eso cho sigo!!

            Ante la determinación de la pequeña, que dejó al hombre admirado, aunque preocupado por la suerte que podía correr alguien de esa edad solitaria por esos lares, trató de disuadirla con las siguientes palabras.

—Niña, admiro tu valor. Sin embargo, te estás adentrando en el extremo sur; es árido y no es un lugar para alguien de tu edad.

            El hombre pasa su mano hacia sus ojos como si pensara algo mientras dice lo siguiente, luego de menear la cabeza

—¿Tienes alguna forma de localizar a tus padres?

            Pero cuando se sacó la mano de los ojos y miro hacia ella, Kahena se había ido. Salió del pueblo montada en su yegua para probar suerte en el próximo, continuando la infructuosa búsqueda. Así pasaron varias semanas.

            Poco después, se había internado en el semidesértico sur patagónico, aquella inmensa estepa con su clima semi árido y abundante pasto; sus fabulosos atardeceres y nubes de diversas formas.

            Allí, la niña trataba de sobrevivir como podía, mientras estaban empezando a escasear los víveres, además del agua que llevaba en la bota. Cierto día le pareció ver a Ceferino cabalgar hacia ella.

—¡Ceferino, Ceferino, soy yo, Kahena, tu hermana!

            Pero muy pronto, al acercarse, descubrió que todo lo imaginó

—¡¡Mariposa, que charada, fue un espejismo!!!

            Desanimada y cabizbaja, siguió adelante.

            No fue lo único de lo que debió cuidarse. Una noche, mientras dormía en la estepa con la cabeza recostada en el cuerpo de su yegua, se le acerco un vehículo todo terreno a buena velocidad, cuyos pasajeros las divisaron a cierta distancia.

—¿Vos no ves lo que cho?

—¡Pero qué bulto más extraño! Giorgio, acércate más, pero quédate a una distancia prudente.

            Estacionaron su vehículo a unos metros de distancia de ella. Al rato, salieron todos del vehículo.

—¿Oche, esa no es la niña que vimos en el bar?

—Creo que sí, me voy a acercar.

            Aquel hombre, que estaba unos pasos adelantados a sus compañeros, se acercó con sigilo hacia ella. Al estar unos centímetros cerca, asintió con la cabeza afirmativamente, respondiendo con ello a la pregunta de su compañero. Después acercó sus grandes manos a la boca de la pequeña.

—Que niña más linda – dijo a sus adentros en tono de voz muy bajo

            Justo cuando iba a poner su mano en sus labios, la niña lo mordió.

—¡Ayyyyyyy, maldita mapuche!

            Sin vacilar, ella tomó el látigo que él tenía en la cintura para golpearles a diestra y siniestra, quitándoles las pistolas antes de que pudieran desenfundarlas. En medio del alboroto, Mariposa se despertó.

—¡Al auto, vamos!

            Se montaron en el todoterreno, mientras Kahena, hizo lo propio con su yegua. Al estar frente a frente, el vehículo fue directamente hacia la jinete, quien igualmente siguió cabalgando hacia ellos. El objetivo de los extraños era atropellarlas a las dos, pero justo antes de hacer impacto, la niña hizo que la yegua se levantara sobre sus patas traseras, dando un impulso tal que la hizo saltar sobre el todoterreno. Éste se fue a toda velocidad.

—¿Crees que esto ha terminado?, cha verás!! – dijo el conductor.

            La niña, al ver la determinación de los extraños, empezó a dispararles con una de las  pistolas treinta y ocho que ellos habían dejado en el suelo tras la escaramuza anterior. Hizo varios disparos: uno atravesó el parabrisas para salir por el vidrio trasero sin causar víctimas y el siguiente le voló un retrovisor.

—¡Giorgio, salgamos de aquí!

            Volvieron a dar la vuelta para irse despavoridos, dejando a Kahena y Mariposa solas. La niña se bajo de la yegua con señales evidentes de cansancio.

— Uff, como pesa esa pistola, gracias a Ngenchen que papá me enseñó a usar una, ahora estoy tan cansada…

            No pudo terminar la frase, porque cayó estrepitosamente en el suelo estepario, siendo acompañada por la yegua, que se recostó al lado de ella poco después del impacto con el suelo. Las dos quedaron muy pegadas. Si los extraños la hubieran tomado en ese momento, ella habría sido muy fácil llevársela.

            Las arenas del tiempo continuaban su rasante avance como si fueran impulsadas por la fuerte brisa del desierto, pero jineta y yegua lo desafiaban incólumes. Las dos seguían cabalgando con señales evidentes de cansancio y hambre, en medio de un ambiente de nubes oscuras en formación que presagiaban una tormenta. En aquel cielo oscuro, los aires de tormenta acechaban el horizonte.

—Qué extraño Mariposa, estamos en verano, no debería haber actividad de tormenta tan intensa y mucho menos que las nubes oscuras se formen en tan pocos segundos.

            Pronto quedaron al frente de una oscura nube, que parecía estarlas rodeando a las dos y de la parte frontal de aquel cuerpo gaseoso algo de forma extraña estaba emergiendo; tenía cierto brillo metálico. Cuando se hizo visible, resultó ser la parte frontal de lo que podría ser una nave espacial de forma ovalada. Justo en ese instante, varios relámpagos empezaron a hacer contacto con la superficie de eso, logrando que esta se tambaleara producto del impacto de la descarga, hasta que unas cuantas aberturas comenzaron a abrirse en su superficie producto de pequeñas explosiones. A continuación la nave estalló en pedazos, en frente de Kahena y la yegua Mariposa.

            Mariposa se levantó repentinamente en sus patas traseras dando relinchos de pánico, dejando caer a Kahena quien, no obstante, pudo amortiguar su caída, en parte por el contacto del cuerpo con el pasto que había sobre las dunas de la estepa. La yegua fue alcanzada por trozos metálicos de la nave destruida, lo que terminó por hacerla pedazos. Aún postrada en el suelo y todavía con algo de consciencia, la niña comprendió lo poco que le faltó para que muriera, pese a que en sus adentros lamentaba la muerte de la yegua.

—¡¡¡Mi Maripooooooosaaaaaaaa!!!

            Segundos después, algo parecido a una estrella fugaz salió expulsado de en medio de la explosión, cayendo a unos doscientos metros del cuerpo de Kahena. Lo último que recordó antes de quedar completamente inconsciente fue haber divisado un enorme caballo negro, con crin y cascos blancos, además de tener estos rodeados por vellos blancos. Aquel animal quedó en el suelo, recostado con su cuerpo a unos metros y totalmente inconsciente.

            El caballo negro, que era el mismo Ceferino, tuvo una pesadilla en donde volvió a revivir la experiencia de primero ser abducido por Mengele y luego tener que despertar en un cuarto oscuro, siendo iluminado por una luz blanca de un reflector que parecía paralizar su sistema nervioso. Recordó todo lo que hizo aquel día en que se estrelló de un país a otro hasta regresar a Patagonia, donde se miró en una charca en medio de una pasmosa lluvia, llegando a ver el rostro de un hermoso caballo negro con crin blanca en lugar de su atractivo rostro humano.

—¡¡Nooooo!!

            A la mañana siguiente, Ceferino comenzó a abrir los ojos. Levantó lentamente su equino cuerpo, al que todavía sentía algo agotado, por lo cual hizo una leve levitación en el aire, para luego caer suavemente con sus cascos en el suelo. Lo primero que vio fue a su hermana Kahena, que estaba buscando algo en las grandes alforjas de cuero que llevaba en la montura de su yegua y a la distancia, el cuerpo de la yegua carbonizada hecha pedazos; más al fondo estaban los restos de la fragata que había destruido en medio del paisaje estepario de aquella región, con el sol austral emergiendo del horizonte. Al verlo, la niña corrió hacia él, dándole un fuerte abrazo con sus bracitos, que le rodearon su gran cuello.

 


 

—¡Ceferino cha por favor, todo fue una pesadicha, no es real!

            Ceferino sacude la cabeza, luego vacilo un momento y dijo.

—Cielos, tenes razón y pensar por un momento que lo volvía a vivir..., oche me estás chamando por mi nombre ¿Vos como sabes que soy cho?

—¿Vos no recuerdas que tú siempre hablas dormido?, ¿Ceferino, de verdad el doctor Mengele te hizo eso?

—No quiero hablar de eso, ¿también hablé dormido sobre eso?

—Sí, estabas narrándolo como si todavía lo vivieras; debió ser una pesadilla.

—Te dije que no quiero hablar de eso.

—Pues vas a tener que explicarme lo que te ocurrió, tú nunca has dejado de hablar conmigo de nada.

—No quiero, es la pesadicha que tengo todas las semanas.

—Está bien, vos mismo me lo dirás cuando estés más tranquilo.

            Kahena giró para atrás la cabeza y miro los todavía humeantes restos de su yegua, como si les pusiera mucha atención.

—Perdóname por lo que le pasó a Mariposa, fue algo que se me salió de las manos.

—Perdónate nada Ceferino - solloza - la buena de Mariposa hizo su trabajo, snif, lo importante ahora es que te acabo de encontrar.

            Pero a ella le comenzaron a salir lágrimas de sus mejillas y luego rompió en llanto. Al verla, Ceferino dijo lo siguiente.

—Entiendo tu dolor, aunque encuentres otro caballo o yegua, Mariposa siempre ocupara un lugar en tu corazón. Sin embargo, yo puedo darle un buen entierro.

            Al escuchar esto, Kahena separo sus manos de la cara y con su cara empapada de lágrimas, dijo.

—¿En verdad puedes hacer eso?

—Sí, pero hazte a un lado como a más de veinte metros, que esto te puede ensuciar o hacer daño.

            Kahena hizo lo que le pidió su hermano y, a continuación, este fue a trote hasta donde yacían los restos de Mariposa. Envolvió el cuerpo de la yegua dentro de una burbuja electromagnética, la hizo levitar en el aire y la aterrizo unos metros. A continuación, comenzó a cavar con sus patas traseras un agujero en la tierra, dejando un gran banco de arena detrás suyo; terminó a una velocidad asombrosa y, acto seguido, su cuerpo genero descargas electromagnéticas y luego levito hacia arriba para salir del hueco. Luego genero descargas eléctricas en todo su cuerpo, lo que causo que el cuerpo de Mariposa quedara envuelto otra vez en una burbuja electromagnética para hacerla levitar del suelo y meterla dentro del agujero. Después de eso, Ceferino uso sus patas traseras para echar la arena del banco que había formado tras cavar el agujero para taparlo, formando con ello una especie de pira de tierra. Volvió a generar descargas electromagnéticas que disparo hacia la pira hasta que adquirió un brillo como de cuarzo.

—Dame un permiso, querida hermanita, voy a buscar algo para darle un toque final a mi obra; estaré aquí en unos segundos.

            Y justo antes de que Kahena pudiera decir algo, Ceferino vino y regreso entre descargas eléctricas y el brillo de un relámpago, trayendo en una burbuja electromagnética un tronco de madera de más de dos metros, haciéndolo levitar hasta el centro de la pira con sumo cuidado. Luego el caballo levito en el aire hasta quedar arriba del tronco, tras lo cual uso sus patas delanteras para clavarlo fijamente en la pira de cuarzo. Después aterrizó a unos cuantos metros de la pira funeraria, luego disparo ondas electromagnéticas desde su propio cuerpo hacia el tronco, que comenzó a tomar forma mientras pequeños trozos de madera salían disparados a todas partes. En cuestión de sólo segundos, el tronco tomo la forma de una especie de totem que los mapuches llaman chemamull, sólo que este en lugar de tener la típica forma antropomórfica tenía la de la cabeza de una Mariposa serena cuando estaba viva, con sus crines sueltos al viento. Tras terminar su obra, el caballo camino alrededor de la tumba y soplo con su hocico alrededor de ella para echar en la arena los restos de madera que quedaron. Al ver todo eso, Kahena, que todavía tenía el rostro empapado por las lágrimas, termino su llanto y miro, asombrada, la obra de su hermano.

—Vaya Ceferino, nunca imagine que también fueras capaz de eso.

—Gracias.

—Waooo, también soplas muy fuerte y te mueves a velocidad de la luz, aunque lo que más me sorprendió fue cómo lograste tallar ese chemamull con electricidad.

—Lo aprendí mientras estaba de paso para obtener mi membresía de miembro de la Liga de la Justicia. Aquaman me enseñó como hacerlo.

            Kahena se puso a reír a carcajadas. Había pasado del llanto al asombro y de este a la alegría.

—Encima que Aquaman es un personaje de cómic, ahora resulta que es un maestro alfarero, ja,ja,ja,ja.., sin duda vos me dirás también que Flash es el que te enseño a viajar así de rápido.

—Claro que no, Flash va demasiado rápido como para que cho pueda aprender sus lecciones.

            Ella no paraba de reírse.

—Basta de bromas, Ceferino, dime en serio cómo aprendiste a tallar así la madera y encima de eso con electricidad.

            Ceferino hizo un relincho.

—En realidad copie el patrón de impresión del software de una impresora 3D y lo mezcle con mis conocimientos de tallado de chemamulls y el resultado fue esto que vez; de todas formas hacer eso con sólo electricidad todavía me es algo tedioso.

—Si sigues así vas a quitarle trabajo a las constructoras, ya que los grandes propietarios van a querer que tú les hagas los edificios.

            Ceferino meneo su equina cabeza en señal de negación.

—Hasta ese nivel no llego, es más, jamás cooperaría con gente super capitalista que para hacer sus grandes rascacielos tienen que extraer arena de nuestros ríos y talar nuestros bosques para extraer el hierro y así tener materia prima para construirlos.

            Kahena se llevó la mano derecha al mentón e hizo una expresión con el rostro como si estuviera pensando.

—Es verdad, tú tienes razón, mejor dejemos el tema hasta allí. Por cierto, sé que tenemos mucho de qué hablar, pero ahora tengo hambre.

            Siguió buscando en sus alforjas, con sumo escrutinio algo que parecía no encontrar, hasta que por fin lo logró.

-Cha está, una lata de tuna, lástima que sea la última.

            Ella se dispuso a abrirla con su navaja suiza, para a continuación consumir su contenido.

—¿Tenes hambre?

—Sí, lo malo es que tendremos que racionar... Ceferino, ¿dónde estás?

            Nanosegundos después, Ceferino apareció en medio de una luz de relámpago, haciendo levitar en el aire con sus poderes electromagnéticos una esfera de agua que goteaba en el árido suelo, repleta de numerosos peces, todavía con vida. Después paró la descarga, haciendo que toda el agua de la burbuja se salpicara en el suelo, dejando caer los peces, que ahora se revolcaban en el piso. La siguiente acción fue enviar una descarga eléctrica con su hocico a una de las numerosas dunas con pasto arriba, de las muchas que los rodeaban, logrando crear una columna de fuego de tamaño respetable.

—Puedes comer.

            Pero en lugar de estar agradecida, Kahena le da una mirada que denotaba cierta incomodidad.

— Aún no te había pedido nada. Y no hagas eso de nuevo, a menos que sea necesario; sino, pareceremos más a esa gente de esta época, que quiere todo masticado y entonces seremos menos mapuches.  De todos modos, gracias.

— Para eso somos hermanos.

            Luego, se pusieron a orar a su dios como buenos mapuches: pidieron perdón a los peces por haberlos cazado y le pedían a Ngenchen que bendijeran a su especie con nuevas crías para continuar el ciclo de la vida. Tras haber terminado, Kahena le hizo a Ceferino la siguiente pregunta.

—Me preocupa un poco que el viento lleve las lenguas de esa llama a otras direcciones, causando incendios.

—Eso lo tengo controlado: con mi poder electromagnético, puedo contener la llama por tiempo indeterminado.

— ¡¡Vaya!!, después de todo, esa transformación te sirvió de algo.

            Ceferino respondió con cierto grado de indignación.

—Por favor hermanita, no hablemos de eso ahora, no estoy de humor.

            Kahena se encogió de hombros.

—Está bien, si tú lo dices…

            Horas más tarde, estaban hablando con mayor serenidad.

—Kahena, je, je, je, no hueles bien ¿No te has bañado?

            La niña le dio un bofetón en su equina cara.

— Atrevido

— Pero si sólo fue una broma.

—Por tu culpa tuve que internarme cada vez más al sur, con mucha menos agua para saciar mis necesidades. Incluso no he podido lavar los tres ponchos - traje típico de la Patagonia- que chevaba a lomos de mi yegua. Y ni se diga del frío extremo por las noches.

- Kahena, en verdad disculpa lo de la broma pesada; no te quise ofender.

            La muchacha se acercó a él, le dio un beso a su peluda cabeza y luego la puso al lado de la suya, susurrándole. Parecía apenada.

—Te perdono hermanito, sé que no eres dado a bromas pesadas; debe ser que de tanto tiempo sin vernos ha provocado tal añoranza que, después de estar separados, te quieras expresar de esa forma. Entiendo que tampoco fui muy amable contigo al darte ese bofetón; no sé qué me pasó, quizá es el estrés por no poder encontrarte ni verte durante meses, pero te prometo que no te pegaré de nuevo, nunca, nunca más ¿Vos me perdonas?

—Te perdono: cho también te prometo que no te haré una broma así de nuevo.

            Una lágrima salió de los grandes ojos del caballo.

—Vos discúlpame si te lo vuelvo a preguntar, sólo será una sola vez, lo prometo.

—Hazla

—¿El doctor Stein te hizo eso?

            El caballo vaciló por unos instantes y con un gesto de indignación, respondió lo siguiente.

—Sí

— ¿Sigfried Mengele, el director de nuestra escuela? ¿Es ese su verdadero nombre?

— El mismo.

— ¡Oh!, apenas lo puedo creer; es como si fueramos Hanzel y Grettel en la mansión de la bruja.

—La escuela es sólo una fachada, lo que realmente buscan es estudiar niños mapuches para usarlos como conejillos de indias en sus experimentos. Al igual que a ti, asimilar esa verdad es muy duro, todavía me tritura la cabeza.

—Eso es demasiado inhumano.

— Lo único que tiene Mengele de humano es su cuerpo.

—No voy a ir más a la escuela de ese Mengele

—¿Hablas en serio? Papá no va a estar de acuerdo. Además, es la única escuela que da la educación intermedia completa a kilómetros a la redonda por mucho que odie decirlo.

— Es que no puedo desasociar una cosa de la otra

—Si volviera a ser humano, a mí tampoco me gustaría estar allí. Un momento, nuestros padres nunca se tragarán esa historia de que Mengele me transformó en un caballo con poderes; eso simplemente suena a algo salido de una ficción, lo que hace que tu justificación carezca de validez.

            Kahena pensó un momento, luego respondió.

—¡Esta bien, tenes razón, pero apenas tenga la menor oportunidad, dejaré de estudiar achí y seré autodidacta si no logro ser admitida en otra escuela! Espera, se me ocurre algo, podemos denunciarlo ante la corte de la Haya.

            La corte de la Haya se encuentra en Holanda. Fue creada después de la segunda guerra mundial para condenar a criminales de guerra y resolver disputas entre estados miembros para evitar guerras. Numerosos países, excepto los regímenes totalitarios y Estados Unidos, se han suscrito a ella, de forma tal que, si algún prisionero de guerra se encuentra en alguno de los países firmantes, puede ser extraditado.

            Ceferino menea la cabeza en señal de negación.

—Eso no funcionará, el hombre tiene contactos en todos los gobiernos, está bien cubierto. Para colmo, tú no lo has visto, pero él tiene a su disposición un país con una tecnología aeroespacial que haría palidecer a la de cualquier potencia, con unos habitantes manipulados genéticamente al grado de parecer super humanos. Ya observaste un pequeño ejemplo de eso el momento que hice estallar frente a tus ojos esa fragata voladora.

- Sí lo recuerdo muy bien, allí fue cuando murió mi Mariposa.

            Ceferino se acercó a ella y le comenzó a lamer la cara.

—¡Ja, ja, ja, basta Ceferino, no sólo me haces cosquillas, ja, ja, ja, me estás ensuciando con tu baba de cabacho!!, Ja, ja, ja!!

—Es mejor que verte triste.

—Por cierto, Ceferino, algo que me da ansiedad e intranquilidad, ¿no dijiste que Mengele tiene todo tipo de artefactos tecnológicos para espiar a la gente? Seguro que en este momento ya sabe dónde estamos y que hacemos.

—No te preocupes por eso, ya me encargué de destruir todos sus dispositivos a decenas de kilómetros a la redonda, él no podrá enterarse de nada, por lo menos de lo que está pasando aquí; quedo más ciego que mister Magoo.

            En la noche, al mismo tiempo que comían alrededor de la fogata, Ceferino se empezó a sentir mal luego de comerse algunos peces. Se comenzó a revolcar en el suelo, dando constantes sacudidas, lo que hizo que la niña se le acercara. Se inclino ante él para ver lo que le pasaba.

—¿Qué sucede Ceferino?

—No sé, cof, cof, creo que me siento mal del estómago.

            Ella miró para atrás, donde estaban los peces que Ceferino había dejado sin comer. Pensó un momento para luego decir.

—Ceferino, no puedes comer carne, ya que por ser caballo eres herbívoro.

            Ceferino cerró sus grandes ojos por un momento, mencionando lo siguiente luego de abrirlos.

—¡Oh no, me voy a morir, los caballos no pueden vomitar y no hay ningún veterinario cerca!

—¡No digas eso Ceferino, buscaremos la manera..., - vaciló un momento -, ya sé!, ¿qué te parece si usas tus poderes?

—¡Sí, tenes razón, no se me había ocurrido!!; voy a hacer algo, contaré hasta tres, uno, dos, tres!!

            Del ano del gran caballo negro salió disparado un rayo.

—¿Lo ves?, cha está…

—¡¿Ceferino, qué has hecho?!  ¿A dónde crees que va a parar ese desperdicio?

—¡Por Ngenchen!, eso no lo había pensado

            En un abrir y cerrar de ojos, Ceferino apareció y desapareció en medio de una luz de relámpago.

—¿Y eso qué fue?

 —Desintegré mis desechos antes de que fuera a parar en un apartamento en Barriloche, apenas por una milésima de segundo.

            Kahena hizo un gesto de asco.

—Uyyy, menos mal, habría sido asqueroso que eso chochara con la ventana de un apartamento y, sin embargo, debieron haber caído restos de eso a las personas de abajo.

            Ceferino hizo un relincho y negó con la cabeza.

—Si fue así, debieron haber sido partículas microscópicas; yo mismo no vi ningún resto caer cuando destruí eso con mis descargas electromagnéticas.

—¿Tampoco dejaste olor?, recuerda que ni siquiera usaste desinfectante.

—El único olor que sentí fue a chamuscado tras desintegrar esa porquería con mi electricidad y todo estaba a una altura fuera del alcance del olfato humano como para que cualquiera lo pudiera oler.

—Mejor dejémoslo allí. Por cierto, me empieza a llamar la atención algo, ¿vos no notas en ti algo extraño?

—Sí, en todo mi cuerpo, ¿por qué?

—Es que no te estás comportando como el Ceferino que cho conozco.

—He notado demasiadas cosas desde que ese megalómano me transformó en esto.

            A continuación, Ceferino comienza a comer el pasto que cubre una de las dunas.

—Pensé que no comías pasto.

            Espero un momento para dejar de masticar y luego respondió.

 —Claro que sí, no he tenido tiempo de comer otra cosa, eso no significa que me gusta, no me acostumbro al pasto  - decía con tono de cierta indignación -, lo detesto; prefiero mil veces la comida de mamá.

—Seas lo que seas, ahora eres un cabacho; vos tendrás que aceptar eso por ahora.

            Ceferino hace un relincho

—Pues te juro hermanita que eso no durara por mucho tiempo, – solloza - cuando acabe con Nueva Thule, iré por Mengele y le forzaré a que me devuelva mi cuerpo y el de mi cabacho.

            Ella no daba crédito a las palabras que escuchaba de su hermano. Parecía una bestia furiosa con sed de venganza, lo que contradecía todo lo que sabía sobre él.

—Te escuchó y apenas puedo creer que eres tú, suenas como si te quisieras vengar.

—Tú no querrás saber lo que ellos me hicieron.

—Tal vez estés en lo cierto, aun así, eso no justifica todos tus actos ¿La nave que hiciste estallar tenía gente a bordo?

—Sí, el personal de la fragata.

 —¿Y tuviste que matarlos?

—En realidad estaba tratando de salvarte

—¿Salvarme de qué?

            Después de vacilar un momento, trató de explicarle lo que pasó.

 —Echos te estaban vigilando, de manera tal que cuando decidieron atraparte yo decidí poner fin a sus planes, algo que se me complicó un poco debido a la buena reacción de sus sistemas de defensa. Aquello causo finalmente esa explosión que por poco te mata.

—¡Ceferino! Cuando estábamos allá en el norte tú no matabas ni al mosquito de la malaria, pero ahora veo que el doctor Mengele no solamente te ha hecho una bestia por fuera, lo eres por también por dentro.

            El caballo dio un relincho, seguidamente bajó su cabeza como resignado, con expresión de tristeza; aquello que le dijo ella era la absoluta verdad, había pasado de ser un avispado niño inocente a una formidable máquina de guerra, inmisericorde ante el enemigo. Después respondió lo siguiente.

— Kahena, perdóname por las cosas que he hecho, en verdad no sé lo que pasó, creo que ni siquiera pensé. Pareciera ser que todo lo que hice lo hice por instinto, no sé, es como si fuera y no fuera cho.

            Viendo la expresión de Ceferino, Kahena se dio cuenta que aquello era una especie de confesión incompleta, algo así como admitir que todo aquello lo había hecho antes. Ella seguía amando a su hermano, excepto que ahora un sentimiento de indignación le invadía su alma, no pudiendo evitar formular la siguiente pregunta.

— Ceferino, yo te amo, pero necesito saber algo ¿A cuántos mataste, millones?

— Kahena ¿Y eso qué? Somos mapuches, somos guerreros ¿Acaso nuestros ancestros no mataron incas y españoles?

—Sí, eso es verdad, incluso yo tengo mucho de eso pese a mi corta edad, pero, como te he dicho, vos nunca has sido así, pese a que seas también un mapuche.

            Ceferino vaciló casi por minuto y medio antes de contestar esto. Hizo un relincho y dijo.

— Dudo que sean millones, pero de todos modos perdí la cuenta. Sólo sé que me dejé chevar por la furia, en verdad me comporté como una bestia; no tengo excusa para lo que hice.

            Con lágrimas en los ojos, Kahena prosiguió preguntando.

— ¿No te pusiste a pensar que aquellos a quienes mataste podrían tener un cónyuge, hijos, madre, padre, hermanos?

            En el rostro equino de Ceferino se dibujo una expresión muy humana.

— ¡¡¡Oye perdóname!!! - entra en llanto - ¡¡No sé lo que hice y no lo recuerdo muy bien, lo único que entiendo es que ya no soy cho, que estoy dentro del cuerpo de mi propio caballo y que a veces me comporto como una bestia, no lo soporto!! ¡¡También perdí mi niñez, ahora no podre jugar con mis amigos, salir con chicas y lo peor es que ni siquiera puedo abrazarte!!!

            Ceferino comenzó a chocar frenéticamente los cascos de sus patas contra el semi árido suelo, causando unos temblores que parecían presagiar un terremoto; era tal su fuerza que incluso esto podía hacer. La niña se abalanzó hacia su hermano, trastabillando a causa de los temblores. Cayó parcialmente en el suelo, pero inmediatamente se reincorporó y se asió de manera apasionada contra el cuerpo de su hermano. Con lágrimas en los ojos y palabras entrecortadas, lo trató de reconfortar de la siguiente forma.

—Ya por favor no llores, hermanito, que también me haces llorar a mí; por favor no llores, comprendo tu sufrimiento y eso igualmente me duele. Cálmate mi Ceferino, snif ¡¡Por favor deja de hacer eso que estás por causar un terremoto!!

            El caballo se elevó ligeramente del suelo para quedar con sus patas suspendidas en el aire.

—¡Oh perdona hermanita, casi siempre olvido que soy así de poderoso!

            Kahena empezaba a quejarse de dolor en una de sus piernas.

—¿Qué te sucede? No me digas que cho causé eso.

            Kahena se llevó la pierna hacia su pecho, plegó la falda de su poncho hacia arriba para mostrar una herida en su pierna de donde salió algo de sangre.

- Cho sé que no lo hiciste a propósito, ayyy, pero cómo duele.

            Entonces Ceferino comenzó a lamer la herida con su lengua, causándole cosquillas a la niña.

— Ji,ji,ji cha Ceferino, ji,ji,ji,ji, de verdad refresca bastante y hasta me alivia, ji,j,ji,ji, ¿Es éste tu otro poder?

—En realidad es sólo mi baba de caballo, nada del otro mundo.

- Jijiji, vacha, no te quedo tan mal esta vez, pero ten cuidado, tal vez la próxima vas a chevarte a todo el planeta con tu ira si no la controlas. A propósito, asumiendo que Mengele tenga tu cuerpo, ¿no ha amenazado con destruirlo si le sigues haciendo daño?

            Ceferino calla por un momento, relincha y luego responde.

—¡Por Ngenchen!, eso no se me había ocurrido o no le daba importancia, cho nada más ponía mi atención en tratar de destruir todo lo que lo protege para luego obligarlo a hacer eso cuando estuviera derrotado. Me deje chevar por mi angustia, aunque pensándolo bien, no sé por qué no ha amenazado con destruir mi cuerpo si él lo debe tener.

            Kahena se encogió de hombros.

— Quién sabe, viendo lo loco que es, a lo mejor le es más importante preservarlo para algún experimento, pero no me cabe la menor duda de que él lo debe tener. Por otra parte, por lo que me has contado estamos frente a un enemigo que no es fácil de derrotar, ¿cierto?

 - ¡Eureka!, tenes razón, cada vez que destrucho una flotilla de sus naves aparecen como tres más de esas y en algunas ocasiones han estado a punto de matarme.

— ¿Y vos qué me dices de la gente del área 51?, ellos también son enemigos tuyos.

            Ceferino hizo un sonoro suspiro.

—A ellos también debemos derrotarlos definitivamente para que tampoco le sigan haciendo daño a nadie. Cuando hayamos acabado con todos, entonces podré pensar en obligar a Mengele a devolverme mi cuerpo y dejar el de Centella tranquilo.

— Entonces debemos prepararnos para echos, pero mejor pensamos en todo eso mañana, que tengo sueño. Buenas noches, después pensaremos en la forma de derrotar a esos boludos, recuperar tu cuerpo y hacer que Mengele los transmigre a ti y a Centella - bosteza y alza los brazos arriba-.           

            Ceferino murmulla cerrando los ojos, con una lágrima saliendo de uno de ellos. Después contempla la belleza de su hermana bajo la luz de luna mientras se dormía y luego pensó en voz alta.

—Sí, por supuesto, mi cuerpo

            Al cerrar los ojos, Ceferino se sueña a sí mismo con su cuerpo realizando acrobacias como la media luna, luego la horizontal para finalmente dar vueltas en el aire con la nuca mirando hacia atrás para finalmente caer de pie. Después se arrodilla con los brazos extendidos y la cabeza ligeramente levantada, como si saludara a algún público.

            Al día siguiente, Kahena estaba montada sobre los lomos de su hermano, al que había puesto las riendas, las alforjas y la silla de montar de su antigua yegua. Ceferino, quien no estaba acostumbrado a que alguien lo montara, tenía cierta incomodidad, que procuraba hacérselo saber de manera sutil a su querida hermana. Estaban cabalgando a trote suave, mientras hablaban de lo que tenían que hacer en su propio idioma, el mapudungun.

—Me siento tan extraño hermanita, no es que no quiera que tú me montes. Es sólo que tener a alguien o algo permanentemente en mi espalda me quita la sensación de sentirme libre.

- Vamos hermanito, ya verás que te acostumbraras, con todo ese poder que tienes yo apenas podría pesar poco más que una pluma de cóndor.

—Sé que me acostumbraré, además me gusta cómo me montas; sólo espero que nadie más lo haga.

—¿Y si alguien necesita de ti?

—¿Quién crees que va a necesitar de un fenómeno como yo?

            Kahena, le lanzó una leve, pícara pero contagiosa risita. Luego contestó

— Ji,ji ¿Pero cómo es posible que no lo hayas pensado Ceferino? Con todo ese poder, con toda esa fuerza y quien sabe cuánta cosa más, tú podrías ser un superhéroe como los de los cómics de los que tanto nos gustan.

—¿Super héroe? Disculpa que tenga que discrepar contigo, Kahena, pero el que necesita un super héroe soy yo. Quisiera que alguien me pueda salvar de esto que soy para volver a ser yo otra vez.

—¡Ceferino!, no puedo creer que te expreses de ese modo, tú no eras así. Siempre decías y pensabas que estabas dispuesto a ayudar a alguien que estuviera en la mayor necesidad, incluso si tuvieras que dar tu vida. Recuerdo que hasta uno de los curas salesianos que nos daba clases en primaria pensó que tú serías párroco algún día, porque te comportabas como un beato. Me costaría creer que, por estar en el cuerpo de Centella, el viejo tú esté pensando como si fuera un animal; de veras que ese Mengele te transformó completamente.

            Ceferino vaciló un momento, luego le respondió lo siguiente.

— No, Kahena, ya lo he pensado y prefiero volverme otra vez humano que ayudar a esta humanidad.

— ¿Y eso por qué?, no estás hablando como el viejo tú. Es verdad, quizá lo ideal es que vuelvas a ser humano, tener una familia y tras morir dejar una descendencia para que tu ser se vuelva inmortal en la forma de un espíritu guía para ellos – es la tradicional creencia mapuche de la vida después de la muerte -, pero eso no quita que mientras tanto tú puedas hacer el bien con lo que tienes porque, después de todo, es muy posible que Ngenchen permitió que esto te sucediera temporalmente para que cumplas alguna misión especial que te tiene encomendada porque si bien es cierto que todos nosotros tenemos una misión en la vida y los dones para llevarla a cabo, nadie recibe dones como los tuyos y no creo que sea casualidad te los haya dado a ti, Ceferino Tahiel, que no sólo eres la persona más especial para mí, también eres el mejor alumno de la escuela, el caballo, perdón, el chico más noble, más humilde, más atlético y otros etcéteras. Míralo de este modo, hermanito, si fuera Mengele y no tú quien recibiera todos esos poderes, ¿qué crees que pasaría?

            El cuerpo de Ceferino dio una leve pero intensa sacudida y hasta dejo de mover su cola.

—No lo quiero ni imaginar, seguro que ese megalomaníaco los utilizaría para sus propios fines egoístas.

—Exacto, Ceferino, es muy desagradable que te hayan transformado en un caballo sin que te pidieran permiso, pero Mengele jamás pensó en su cabeza darte esos poderes, así que pudo haber sido una compensación que te hizo Ngenchen para que no te lamentaras de tu humanidad perdida y es más significativo porque eres la persona adecuada para usarlos. Ahora, asumiendo que esto sea así entonces llegamos a esta increíble conclusión, ¡tú tienes la misión más difícil de todas y fuiste el elegido para llevarla a cabo!

            Los ojos equinos de Ceferino se abrieron como platos.

—Es posible, no había pensado en una idea así de abstracta, sin embargo, tú no entiendes la manera en que ha cambiado mi vida ahora que estoy en el cuerpo de un caballo, ya no puedo hacer mis necesidades en un baño, no puedo ir a la escuela, no puedo bañarme, tengo que comer pasto, no puedo entrar a ninguna casa o asentamiento humano, no puedo tocar el piano, no puedo jugar al fútbol, al basket, al boliche, al palin, al linao – estos últimos son dos deportes mapuches – etc…

—Está bien, lo entiendo, tu vida debe ser bien incómoda, pero tienes esos poderes, ¿crees que es mera coincidencia?

—Aunque creo en Ngenchen, tengo mis dudas de que él haya sido quien me dio todo eso; pienso simplemente que son un efecto secundario del experimento de Mengele, aunque me facilitan la vida de muchas formas.

—Ese siempre ha sido un problema tuyo, Ceferino, que tú lo racionalizas todo, pero puedes hacer cosas increíbles con esos dones y hasta tú has admitido que te facilitan mucho la vida.

            Ella señala con su brazo derecho y su dedo índice extendido hacia la tumba de su yegua Mariposa, que el propio Ceferino creo.

—Tú construiste ese montículo funerario de manera asombrosa y usando solo tus descargas electromagnéticas; a otra persona le tomaría mucho más tiempo hacerlo. Me imagino que puedes hacer otras cosas también.

—Supongo que sí, pero ayudar a la humanidad, no creo que sea lo mío.

            Kahena hizo una extraña mueca.

—No necesariamente tu misión deba ser ayudar a la humanidad, quizá tu misión es salvar sólo una sola persona que haga una diferencia notable en la vida de muchas otras personas, tal vez sea evitar una tercera guerra mundial o una hecatombe nuclear, quizá debas salvar al planeta del choque contra un meteorito o tal vez, como tú mismo lo has planteado, derrotar a Mengele y a los del área 51.

—De todas las opciones que has mencionado, creo que es la última.

—¿Y si fuera salvar a una persona especial en medio de una multitud que está al borde de morir en un desastre o a manos de gente que la quiera asesinar? Esa persona podría ser quien descubra la cura contra una enfermedad terrible, la que podría solucionar el problema de la pobreza o simplemente motivar a mucha gente a madurar y cambiar para mejor.

—La cabeza equina de Ceferino puso una expresión extraña.

—¿Y cómo saber eso?, Kahena, lo que me estás planteando es más complicado que entender la teoría de la relatividad de Einstein.

            Kahena le frunció el entrecejo.

—¿Y acaso no salvaste a mucha gente tras el desastre aéreo que tú mismo causaste?

            La garganta de Ceferino se contrajo de manera visible; al parecer, trago saliva.

—Oye hermanita, ¿cómo no iba a hacer eso si yo mismo fui el que metió la pata matando o lastimando a toda esa gente?, no me gusta ni sentirme culpable ni ser un irresponsable por mis actos. Y ahora que pienso en eso, quizá esa fue mi misión importante en la vida y tal vez ya la cumplí; que me haya dejado llevar por la ira al dejar de hacer eso para matar thulenianos salidos de sus naves accidentadas es algo que se me salió de control.

—Es posible, pero también existe la otra posibilidad de que esa no sea tu misión en la vida antes de tener la oportunidad de volver a ser humano de nuevo; quizá tampoco sea la más importante o, en el peor de los casos, podrían ser varias. Admítelo, Ceferino, Mengele, Nueva Thule y los del área 51 no son enemigos fáciles de derrotar, por eso pienso que en ese lapso de tiempo, mientras luchamos contra ellos, podemos hacer muchas cosas, entre ellas ayudar a la gente porque entre esas personas puede haber alguien que valga la pena salvar o evitar cualquier tipo de desastre que pueda poner en peligro una vasta región del planeta o a todo el planeta entero y es que tú tienes ese increíble poder.

            Ceferino hace un sonoro relincho.

—Tú sigues insistiendo en ese tema de la misión en la vida, cuando yo siempre he creído que la misión en la vida de la gente, incluyéndome a mí, es simplemente encontrar la felicidad. Yo no soy feliz en esta forma.

—Me parece muy bien que no quieras tener esos poderes para siempre; otra persona en tu lugar los querría mantener para sí y jugar a ser dios, como el propio Mengele, al que mencione anteriormente. Por eso yo estoy convencida de que no fue casualidad que Ngenchen te los diera a ti y no me vengas otra vez con ese cuento de que fue consecuencia del experimento que realizo Mengele contigo; lo que tú puedes hacer no lo hace nadie.

—Quizá también es posible que Ngenchen me haya dado estos poderes para luchar contra mis enemigos hasta vencerlos; tú misma dijiste que esa podría ser mi misión en la vida.

            Kahena se cruzó de brazos y lo fulminó con la mirada, lo que intimido a Ceferino; nunca nadie, ni siquiera Mengele y sus esbirros lo hicieron tener tanto miedo como ella.

—Pero también es posible que antes de que puedas vencer a tus enemigos y recuperar tu forma humana para vivir una vida de mapuche normal y después convertirte en un espíritu guía tras tu muerte, tu misión en la vida sea salvar a una o varias personas especiales. Ceferino, esto no es algo que harás todo el tiempo, tú no quieres pasarte la vida con esos poderes ni tampoco estar dentro del cuerpo de Centella, de modo que no harás ese trabajo de salvador de la humanidad permanentemente, así que tal vez simplemente sólo es cuestión de tomar una decisión, una decisión por la que el propio Ngenchen te haría rendir cuentas si no la cumples, porque sabes muy bien que él no da nada gratis, así que es cuestión de que te decidas: o eres lo suficientemente valiente para aceptar tu misión o tendrás la cobardía de rechazarla, porque sólo tú tienes el poder de salvar a la humanidad o cambiarla para siempre.

—¿Cobarde yo? – dijo Ceferino en tono de indignación -, pero si tú y yo hemos luchado juntos contra las transnacionales que quieren apoderarse de nuestras tierras y recursos, contra aquellos que violan los derechos de todos los mapuches, ¿recuerdas aquella vez que tratamos de escalar la cerca de aquel proyecto de construcción del dique que nos habría disminuido el caudal del río Negro?, ¡ese día casi nos matan!

—Es cierto, Ceferino, nadie te puede quitar el mérito a lo que has hecho, también entiendo que quieres volver a ser humano para convertirte en alwe cuando mueras – espíritu guía entre los mapuches - pero si Ngenchen te dio esos poderes temporalmente para cumplir una importante misión, ¿quién eres tú para decirle que no?, él pudo haber escogido a otra persona pero te escogió a ti; quizá esas pesadillas que tienes con la abducción y el experimento fallido que te fusionó con Centella y te otorgó los poderes son su forma de atormentarte por tu falta de interés.

—No lo había pensado, es como cuando Ngenchen atormenta a alguien por no querer convertirse en machis – así le llaman los mapuches a sus shamanes -, pero está bien, tal vez tengas razón; lo pensaré.

—A lo que me lleva a la siguiente pregunta, ¿por qué ahora no quieres ayudar a la humanidad?, tuve que darte todo un sermón para que ahora lo pensaras de nuevo, pero, esta vez, con un enfoque algo diferente. Ceferino Tahiel, esa no es tu naturaleza, tú siempre has sido una persona abnegada con todo el mundo, mapuche o no; tratabas de demostrar que los mapuches no somos los salvajes ni los retrógrados que casi todos los winkas – es como llaman los mapuches a los que no son de su pueblo – piensan que somos. Ahora tienes esa actitud reacia a hacer el bien a la gente; por favor, explícate.

— Te explico luego, pero por ahora, concentrémonos en derrotar a Nueva Thule y al Área 51; ellos sí son una amenaza tanto para todo el mundo como para nuestro pueblo. Independientemente de que esa sea la misión más importante de mi vida o no, yo sé que, mientras ellos existan, no dejaran vivir a nadie y nosotros, los mapuches, estamos entre los grupos más vulnerables a sus experimentos y cuanta cosa nos quieran hacer precisamente por ser un grupo étnico minoritario y discriminado como tantos otros que están por el mundo. Por eso pienso que, independientemente que decidamos ayudar a otros o no al estilo de los personajes de DC o Marvel, debemos salvar a nuestra gente.

— Eso sí que tiene sentido, Ceferino, pero tienes razón, después hablamos de todo eso. Por cierto, ¿no extrañas a papá, mamá, nuestros hermanos y el resto de la tribu?

            Ceferino puso una expresión entre la pena y la tristeza.

— Ellos difícilmente me aceptarán así, incluso no creerían que sea yo sino una especie de bestia extraña.

— Tal vez tengas razón, de todos modos, eso no quita que tengamos que ir a casa; allá me deben estar echando de menos y luego de tu desaparición peor.

 Kahena, yo te puedo dejar allí pero no esperes que me quede; ya no soy el que era.

— Eso lo veremos, primero chevame allá, ¡¡marichiwew!!

            Ceferino utilizó su visión remota, logrando ver, a lo lejos, la aldea de su padre y madre como si estuviera allí.

— Se un poco paciente, si hago esto tal vez te mate con la descarga eléctrica, por eso te protegeré con un campo electromagnético generado desde mis lomos para que cuando vaya a la velocidad de la luz no quedes calcinada.

— Entonces esperaré

            El caballo generó un campo electromagnético alrededor del cuerpo de su hermana, luego él mismo empezó a generar electromagnetismo en todo su cuerpo hasta brillar con luz blanca, como una pequeña estrella. Segundos después, llegó a velocidad de relámpago donde estaba la aldea Tahiel, divisando primero la cerca divisoria y justo atrás, las rucas de su gente - una ruca es la vivienda tradicional mapuche, que abarcaba entre 120 a 240 metros cuadrados, sin ventanas, hechas de adobe o paja. Aunque, en el caso de la tribu Tahiel, todas estaban construidas de cemento y zinc, producto de la buena distribución de la riqueza en esa tribu- .

  —¿Ya chegamos?, eso ni lo sentí.

 Ni siquiera cho, sigamos. Espera, antes de proseguir quiero aclararte algo: si vamos a jugar a esto del héroe, me da miedo terminar como los de carne y hueso: la gente los termina endiosando. Seguramente es probable que le hacha pasado eso al propio Jesús. Ahora, imagina lo que harán viendo lo que puedo hacer. Recuerda, sólo Ngenchen es dios

 — Eso último que dijiste es muy fuerte; recuerda que nuestra madre es católica y tampoco cree en Ngenchen

— Por respeto a ella, olvida lo que dije, lo que en realidad importa es la idea. Si la gente me ve como un dios, van a esperar hasta lo imposible de mí; nunca me podrán imaginar fachándoles y en caso de que les decepcionara, mi caída en desgracia sería brutal. Vos sólo tenes que ver lo que le sucedió en sus últimos años a ese que le llaman Maradona o lo que le hicieron a 1John Lennon

— Y tenías que mencionar a ese argentino, pero cha entendí. Tal como tú mismo dijiste, hablaremos de eso luego

Los primeros que los llegaron a divisar eran unos niños que estaban jugando canicas en el suelo, quienes al verlos corrieron como conejos para avisar su llegada. En menos de una hora, toda la tribu se enteró de que Kahena había regresado montada en un hermoso caballo negro, crin y cascos blancos. La mala noticia era que regresaba sin Ceferino, a quien ella juró encontrar.

Por donde Kahena pasaba, la gente se había agolpado en su camino para verla llegar, formando una calle de honor, y es que muchos ya la habían dado por muerta. Ella trató de no darle importancia al hecho, no quería sentir que le estaban haciendo una especie de recibimiento de heroína en un desfile marcial. Ceferino era aún más indiferente, sabía que nadie lo reconocería, sin embargo, en sus adentros, tenía cierto grado de felicidad porque sabía que había vuelto a casa.

            Al entrar en el rancho de su padre Pelantaro, tanto él como su madre y el resto de sus hermanos los esperaban de manera muy emotiva. Su padre le ofreció sus brazos para bajarla del caballo, a lo cual ella accedió y después, con su inmenso cuerpo, la abrazó tan fuerte que sus huesitos le empezaron a traquear.

— Papi, me estás haciendo daño.

— Oh perdón hija, es que estoy alegre de que hachas regresado.

            Su madre fue la siguiente que se le acerco, dándole numerosos besos.

—¡¡Hija mía, por fin has vuelto!! ¿Qué pasó con Ceferino?

— Por más que busqué no lo pude encontrar; creo que está muerto.

            Al decir esto, todos los miembros de su familia y un buen número de mapuches de su tribu se acercaron en torno a ella, formando una especie muro humano a su alrededor y en donde ella se sentía muy apretada.

—Su madre solloza - es una lástima que no hayas podido encontrar a tu amado hermano, pero sabíamos que iba a ser así; él ha dejado un importante legado en nuestros corazones, pero tú sigues con vida, ¡¡¡no sabes lo mucho que nos hacías falta!!!

—Vos sois muy cariñosos conmigo.

            Pelantaro dejó de un lado el sentimentalismo, para observar al caballo que su hija trajo: un hermoso ejemplar color azabache, enorme para ser un caballo normal y con unas características que lo hacían muy diferente a los demás de su especie. Sin evitar la curiosidad, su padre preguntó.

 Kahena, ¿qué le pasó a tu yegua? ¿De dónde sacaste este caballo?

            Ella se contrajo de hombros

— Mi hermosa Mariposa murió de hambre y a los pocos días, cuando pensé que todo estaba perdido para mí, apareció como caído del cielo, este corcel. Desde entonces, él no me dejaba de seguir y por eso decidí montarlo.

— Su madre pregunto

— De veras que sí parece caído del cielo; nunca pensé que vería un ejemplar tan hermoso, ¿no le pusiste un nombre?

            Kahena llevó su dedo índice a la boca. Vacilo por unos momentos hasta que, inspirada en lo que dijo su madre, se le ocurrió el siguiente.

— Su nombre es… Relámpago, es que, de verdad, es un verdadero regalo de los dioses.

— Me parece que ese nombre lo acabas de inventar ahora mismo, por el tono con que vos lo mencionaste – dijo Kintuñango, el mayor de todos sus hermanos -.

—¡¡Claro que no, Kintuñango!!, es que simplemente estoy cansada, fue un largo viaje.

            Con voz de autoridad, Pelantaro anuncio.

— Ya la oyeron, la niña quiere un descanso. Todos vayan a sus faenas diarias; ya tendremos tiempo para celebrar. Hija mía, no has encontrado a tu hermano, pero has demostrado ser una digno miembro de tu tribu.

— Ella se sonrojo

—Gracias padre, nunca olvidaré tus palabras.

            Rato después, Ceferino estaba hablando con Kahena en el establo. Ella estaba parada en el suelo de pasto, mientras hablaba con él.

—¿Cómo que Relámpago?, mi nombre es Ceferino, o al menos me lo hubieras puesto de nuevo; me siento más animal.

—Sé quién eres tú, pero los demás no. Si te pongo tu antiguo nombre, les traerás a todos tu triste recuerdo, sobre todo a mamá, quien lo sufriría más.

 —Entonces no tendré más remedio que aguantar esta desgracia hasta que pueda revertirla.

            Kahena acercó su rostro al de Ceferino y le susurró.

—Y lo lograremos juntos, hermanito, extraño los calurosos y fuertes abrazos tuyos.

—Y yo los de tus musculosos, pero a la vez suaves brazos.

            Se miraron profundamente.

—Kahena.

—¿Sí?

            Ella esperaba lo que le tenía que decir, con expresión embelesada y ojos vidriosos.

            Por cierto, ahora tendré que acostumbrarme a vivir en un establo o en una caballeriza, teniendo que soportar el olor a mi excremento y orina míos y el de los otros caballos; lástima que todavía no existan máscaras antigás ni retretes para caballos. Tú disculpa que otra vez te venga a hablar del tema de los pedos.

            Ella saco la lengua y reacciono con indignación, pero rápidamente recupero la serenidad.

—¿Y vos cómo hacías para aguantar eso todo ese tiempo siendo un caballo?

—Es que yo era libre, no estaba encerrado y podía descansar en cualquier lado. En cuanto a los excrementos, yo siempre cavaba un hoyo en la tierra para moverlos con mis poderes electromagnéticos allí y así enterrarlos. Con la orina hacía lo mismo, sólo que, en lugar de moverla con mis poderes, yo hacía lo posible para que cayera en el hueco.

            Kahena no pudo evitar reírse.

—¿Te parece eso gracioso?

—No voy a negar que sí; en ese sentido no has dejado de ser el viejo tú. También supongo que debe ser embarazoso no poder limpiarte el ano; ningún animal lo hace. Para complicar las cosas, tú siempre has sido bastante complicado como para ser un mapuche; eres el único que conozco que se limpiaba con pañuelitos húmedos esa parte del cuerpo, ¿vos qué haces para limpiártelo ahora?

            Fácil, uso mi electromagnetismo.

—¿Y cómo aprendiste a hacer eso?

—Tú bien sabes que cuando el ano está bien sucio pica, pues bien, llegó un momento en que ya esto era insoportable. Por eso decidí enviarle descargas electromagnéticas para rascarme, pero luego descubrí, tras sentir el intenso dolor y auto sanarme increíblemente rápido, que ya no me picaba el ano. No puedo explicar con palabras por qué sucede eso, probablemente porque las ondas electromagnéticas desintegraron los desechos.

—Vos también me dijiste que no te podías bañar y para ti eso siempre es la cochinada más grande, ¿cómo te aguantas eso?

—Es cierto, no me puedo bañar, por eso uso mis poderes electromagnéticos para eliminar cualquier marca de mugre y olor del cuerpo; el único inconveniente es que, además de sentir que me estoy electrocutando, me queda por un par de horas el olor a chamuscado, como si hubiese quedado hecho carne de hamburguesa de caballo sobrecalentada en una parrilla. Pero cuando se me pasa ese olor, mi olfato no detecta nada y me siento reluciente como auto nuevo.

—¿Y cómo es que no te terminas electrocutando?

—Creo que descubrí la razón de eso, soy prácticamente invulnerable o, mejor dicho, casi.

—Pero también sietes dolor como todo el mundo.

—Lamentablemente sí

—Entonces no te preocupes, de ahora en adelante yo te bañare y te cepillare para que no sientas esa molestia.

            Al escuchar esto, Ceferino abre su hocico y saca su lengua como si se le hiciera agua a la boca.

—¿En serio lo harás?

            Y ella responde con un tono seductor y una sonrisa de calendario.

—Claro que sí, será un verdadero placer.

 


 

            A la mañana siguiente, en momentos en que cuidaba ganado, Kahena practicaba lucha contra una niña algo mayor que ella y sólo unos centímetros más alta, pero eso no era tan evidente a simple vista. Las dos se enfrascaron en un combate que parecía muy parejo; ambas tratando de aplicarse llaves una a la otra, mientras Ceferino observa postrado en el suelo en una pose típica de los equinos.

            En determinado momento del forcejeo, la rival logra levantar a Kahena con una pose de bombero. Ésta última, sin embargo, aprovechando el desbalance inicial causado por el levantamiento, ejerció presión con sus extremidades en ambos brazos de su rival, haciéndola dar vueltas sobre sí misma hasta dejarse caer en el suelo de forma calculada: primero, hace caer el brazo donde ejercía presión con las piernas, luego se inclina espalda hacia abajo, con sus brazos haciendo lo mismo con el otro brazo de la adversaria. Ya boca arriba en el suelo, Kahena siguió con la tortura, una especie de doble barra tipo jiu jitsu que ella misma se inventó.

—¡Aaaayyyyy!¡Está bien, Kaena, me rindo, ganaste!

            Pronto ambas niñas dejaron de luchar y se quedaron mirando frente a frente. Las dos jadeaban y sudaban luego de la intensa lucha.

— Kahena, jaf, jaf, eres muy buena.

  Jaf, jaf, tú también, Kintukewun, y muy bonita.

 — Tú tampoco te quedas atrás en eso; también eres muy inteligente.

            Kahena se sonrojó

—Gracias

— De nada, siempre es un honor luchar contigo. Cuando ya seamos del mismo tamaño, sin duda será más divertido.

            Al mismo tiempo, el primogénito de la familia, Kintuñango Tahiel, pasaba montado en su caballo y preguntó lo siguiente.

—¿Ya terminaron el jueguito?

            Las dos respondieron a coro que sí.

—Qué bien, porque ahora tenes mucho trabajo por delante; el rebaño está muy disperso y necesitan comer todo el pasto que puedan antes del anochecer, porque ya se acerca la próxima feria.

            Kintuñango se retiró cabalgando suavemente, dejando nuevamente a Ceferino, Kahena y Kintukewun solas.

—De verdad que ser futuro toqui es una gran responsabilidad pero pienso que tu hermano Kintuñango haría un buen trabajo como sucesor de tu padre, aunque vos discúlpame esta opinión: creo que si Ceferino hubiera tenido más edad y todavía estuviera vivo, sería mucho mejor.

            Al escucharla, Kahena reacciono de una forma extraña; sin embargo, era consciente que  el comentario de su amiga no dejaba de ser inocente.

— ¿Te pasa algo Kahena?

—No, no pasa nada, es que también extraño a Ceferino.

—Ah, cha

—Debes seguir en la faena, ve a tu caballo; después hablamos de la revancha.

            Las dos se dieron un fuerte abrazo, acompañado de sonoros besos a lambas mejillas. Pronto se despidieron, no antes que Kintukewun se fuera saludando a Kahena, dejando solos a Ceferino y a su hermana.

— Uyyyy, de verdad que es muy buena.

            Kaena lo miró de una forma extraña

—¡Ceferino!, no me habías dicho que echa te gustaba.

—Es que, de algún modo, me recuerda mucho a ti.

—¿En serio?

            La niña se recostó de espaldas contra el suelo, apoyándose en sus delicados antebrazos, con su mirada penetrante y pícara fijados en los grandes ojos de su equino hermano, en los que podía verse reflejada su propio rostro. Parecía que los ojos de ella buscaran una respuesta en los suyos, como si creyera que en ellos estaban ocultos los secretos que no saldrían por su hocico. A todo esto, él estuvo a punto de vacilar de forma abrupta, pero se contuvo; no quería que fuera obvio. Con una mezcla de sentimientos encontrados, él respondió.

—Eso no cambia el hecho de que tú siempre serás mi mejor amiga; difícilmente ella podrá reemplazarte en eso.

            Entonces, Kahena se le acercó a él, quedando las dos cabezas frente a frente. Le siguió una mueca de ella en la que contrajo sus mejillas y labios, ejerciendo presión en sus ojos, con semblante gracioso.

—Claro que lo sé hermanito, por eso te quiero tanto. Y descuida, ¿cómo me voy a poner celosa de ella si soy tu hermana?, por supuesto que tienes derecho a enamorarte de alguien. Por cierto, - le dijo con un susurro atrevido, con un seseo que  te recordaría a la serpiente del paraíso - ¿echa lo sabe?

            Ceferino comenzó a arrastrar una de sus patas contra el suelo, como si tuviera pena de dar una respuesta.

—En realidad, eso es porque la que me gustaba era su hermana mayor, Kurripang.

—¿Kurripang, la niña que murió al caerse de su caballo mientras participaba en la carrera de la gente grande?

—Sí, lástima que fuera así de impetuosa; poco antes de que eso pasara, nos estábamos empezando a conocer, aunque echa me chevaba más de cuatro años. Ahora nunca sabré si podré cortejar a su hermanita, convertido en la bestia que soy.

—Tranquilo Ceferino, buscaremos la manera de hacer que vuelvas a la normalidad y si eso no pasa, quiero que sepas que cho siempre estaré contigo, pese a que seas un caballo de forma permanente.

—No lo dudo, lo que te hubiera agradecido es que omitieras eso último que dijiste; no quiero ser esto toda la vida.

—Lo sé, por cierto, ¿has localizado el paradero de los sesenta mapuches que trataron de rescatarte?

—Desgraciadamente no, todavía no logró entender muy bien cómo usar esto de la visión remota; me tomara un tiempo, aunque al principio parecía muy fácil. Si trato de salir de aquí a buscarlos, tal vez resulte infructuoso, porque son varios y podrían estar muy dispersos.

—Macho, en ese caso tendremos que prepararnos para realizar ese rescate; hay que trazar un plan.

—De acuerdo, pero, ¿vos no crees que ya estarán muertos en este momento?

—Ceferino, no seáis tan pesimista, asumamos que no es así, manos a la obra. Echos arriesgaron su vida por ir a buscarte, no creo que esperarían algo menos de nosotros.

—No sabía que querías ser parte de esto.

—Pues sí, cho quiero ser parte de esto te guste o no; te dije que no te abandonaría en este asunto, así que iré hasta las últimas consecuencias.

            Así fue como empezaron a trazar sus planes, uno de ellos, el diseño de una lanza de titanio, extensible en sus dos extremos, flexible y fuerte a la vez; además tenía la virtud de que le multiplicaría las fuerzas a su poseedor. En nuestra visión muy occidentalizada de las cosas, nos costaría entender como una niña de su edad se dedicaba siquiera a fantasear con un arma como esa, pero en la cultura de ella no tenía nada raro.

            Ceferino y Kahena diseñaban los planos pero era Kahena la que los dibujaba, ya que Ceferino carecía de manos.

            La niña tenía un pupitre sin patas, con una lamparita en una de sus esquinas que usaba para dibujar, a la vez que era portátil. Con ese instrumento, además de unos cuantos útiles de oficina y algo de papel, iba del establo a la casa, de la casa a la escuela, aprovechando los ratos libres; buscando la ayuda de  Ceferino cada vez que podía. El principal lugar de encuentro era el establo, aunque en otras ocasiones lo veía cuando iban a pastorear ganado, cuando él entraba su equina cabeza por la ventana francesa del cuarto de ella o en la caballeriza, antes de que él se fuera a dormir.

            Entre tanto, Ceferino utilizaba sus poderes para localizar fragmentos de titanio en cualquier parte del mundo, que lograba detectar con su electromagnetismo.

            Un día, Kahena dialogaba con su hermano, que estaba dentro de una caballeriza, con su cabeza arriba de la portezuela para dialogar con su hermana. Ella le mostraba los planos dibujados desde su pupitre portátil.

—¿Qué te parece cómo está quedando el diseño?

—Creo que esa lanza va a tener un largo de dos metros; eso te va a rebasar en tamaño, a menos que quieras ser una saltadora de pértiga.

—Está bien, dejemos el largo en un metro ochenta y cinco, porque de todas formas necesito tener cierta ventaja de alcance contra esos seres de los que me contaste.

—Necesitarás mucho más que una lanza de titanio extensible para combatirlos.

—¿Qué me sugieres?

—¿Recuerdas el traje con máscara de una sola pieza que piensas usar cuando lo terminemos?

—Sí, ¿piensas agregarle algo más?

—No sé si recuerdas que, en los cómics, Batman tenía unos guantes que les aumentaban sus fuerzas; pero creo que no estaría de más si les agregamos unas botas que tengan la misma función y más.

—Ji, ji, ¿vos queres que me vuelva una batichica?

—No es que quiera decirte una charada, pero me preocupa tu seguridad, es en serio, así como estás no sobrevivirías ni al leve soplido del más débil de esos engendros.

—En ese caso, no solamente bastará con crear un traje/armadura o una lanza; voy a entrenar muy duro.

            Ceferino vacila un poco.

—Si bien no recuerdo, tú eres la campeona de karate, jiu jitsu y lucha de la escuela.

—Sí, también soy la mejor alumna después de ti en toda la escuela, pero si queremos derrotarlos, tenemos que ser más diestros que echos en todo. Sólo alcanzando un nivel de excelencia tendremos mejores oportunidades de vencer

—Tenes razón.

            Nueva Thule, mansión de Sigfried Mengele.

            El presidente de Nueva Thule estaba disfrutando la vida en su bañera llena de espuma y con la envergadura de una piscina olímpica. Allí, rodeado de esbeltas y bellas mujeres guardaespaldas, el hombre se daba un placer de reyes.

            Arriba de él, casi rozando el techo, todo un cúmulo de pantallas holográficas formando juntas una especie de cúpula flotante arriba de ellos, proyectaba su bien controlado brillo hacia abajo. En ellas se podían ver los noticiarios de todo el mundo, incluso los de Nueva Thule y hasta imágenes de las fotos o videos que las personas compartían en sus teléfonos inteligentes; quien pudiera ver eso estaba al tanto de lo que ocurría en Nueva Thule y el mundo.

            De pronto, el holograma femenino de su secretaria, que tenía el uniforme de una sola pieza perteneciente a su fuerza élite de valquirias, le interrumpe. Sin vacilar, Mengele se pone frente a ella, con su cuerpo musculado desnudo y todavía lleno de jabón.

—Doctor Mengele, lamento interrumpirlo, pero tiene una llamada del doctor Hagen, ¿le permito proyectar su imagen holográfica?

—¿Para qué me vea así?, ese privilegio es exclusivo de ustedes, mis queridas valquirias.

—Está bien, le comunico en formato de sonido.

            Las valquirias le hacían señas a Mengele para que se introdujera nuevamente en la bañera, lo cual hizo al bajar las escaleras. Hildegard Gauss, capitana de las valquirias, apoyó sus manos sobre los anchos hombros de Mengele, lo que provocó que el hombre le diera un beso en la boca.

—Creí que tardarías más

—Jamás corazón – le dijo susurrándole al oído -, nunca dejo de disfrutar de la vida por muy ocupado que esté.  ¿Qué sucede Hagen? – pregunto usando un tono de voz más grave.

—¿Interrumpo algo, jer doctor?

—No, habla ahora.

—Señor, aunque todos sabemos que en las últimas semanas no se han registrado nuevos ataques de su bestia, no creo que hay que bajar la guardia.

—Hagen, jamás bajamos la guardia en Nueva Thule.

—Ya lo sé, pero no me parece prudente esperar otro ataque.

—¿Entonces qué sugieres?

—Señor, yo sugiero una operación de comando para realizar un ataque preventivo que acabe con esta amenaza.

            Las valquirias se pusieron todas alrededor de Mengele, quedando varias de ellas, incluyendo la propia Hildegard, pegadas a su cuerpo.

—Eso no es necesario, no es una verdadera amenaza a nuestro poderío.

            Hagen vacilo por un momento.

—Ya ha visto lo que puede hacer esa bestia, ¿o es que de verdad no piensa capturarlo para experimentar con él como tanto desea?

—Una orden es una orden, cambio y fuera

            El canal de comunicación se había cerrado, quedando Hagen en sus oficinas privadas, cuando se le acerca uno de los oficiales de alto rango que están a su servicio.

—¿Qué dijo su excelencia?, ¿podemos comenzar la operación de comando?

—No, ese déspota todavía está obsesionado con capturar con vida a su monstruo, sabe muy bien que mi intención es matarlo.

—¿Y si hacemos esto sin su consentimiento?

            Hagen le da una amenazante mirada.

—No podemos, no hay nada en todo Nueva Thule que uno haga y Mengele no se dé cuenta. Esperaremos nuestra oportunidad y una vez que la tengamos, procederemos a borrar a ese engendro de la faz del universo.

            Mengele y sus valquirias seguían en su bañera de espuma, disfrutando la ocasión. Hildegard le susurraba al oído a Mengele.

—¿No le temes a esa bestia?

—Tranquila amor, no pudieron los Anunaki contra nosotros, ¿crees tú que una bestia con extraños poderes va a acabar contra nuestra gloriosa república?

            La chica le dijo con voz sensual, a la vez que lo acariciaba.

—Tú nos protegerás, bello; Nueva Thule existe por ti.

—Corrección, mi padre, jer Joseph Mengele, la fundó, yo sólo perfeccioné su obra.

—¡Uyyyy, que humilde!

            Una de las bellas guerreras salpicó de agua a Mengele, cayendo el resto de las gotas a Hildegard y a otra que estaba pegada al otro extremo.

—¡Sigámonos divirtiendo, el agua está deliciosa!

            Ese caballo es mi obra de arte nunca planeada; no voy a permitir que Hagen ni nadie lo destruyan. Aquel privilegio sólo lo tengo yo. Sin embargo, todavía recuerdo el día en que lo cree: me sentí como Poseidón originando el primero de su especie, sólo que el mío es más de lo que este dios podría imaginar. Fue lo mejor que he inventado en mi vida.

 

Continuará...